PortadaDomingo, 29 de enero de 2023
Manipulación, violencia y muerte

Día 54. La violencia en la capital ya no es un presagio. Tras una mala estrategia de disuasión, Lima se convirtió en un eco de los excesos posgolpe de Estado de Pedro Castillo: elementos rebeldes provocando a las fuerzas del orden —lanzando rocas, pirotecnia, bolas de aluminio, etc.— para que se materialicen sus demandas inconstitucionales, entre estas la renuncia de Dina Boluarte y la instalación de una asamblea constituyente. Este último sábado 28 de enero, con el Centro de Lima como epicentro, se experimentó el episodio más cruento. El saldo: un fallecido. Por la antesala de esta encrucijada —injerencia de organizaciones terroristas como Sendero Luminoso, de criminales como de la minería ilegal, de extranjeros como los ponchos rojos de Bolivia—, el origen de este deceso está en disyuntiva. La izquierda, sin embargo, viene acusando a la Policía, pese a que la institución no tiene licencia para portar armas. Apelando a su hegemonía en redes sociales, vienen torciendo la realidad para jalar agua para su molino.

Casi a las cuatro y media de la tarde, los numerosos grupos de manifestantes ya estaban distribuidos en cuatro puntos: en la Plaza San Martín, en la Plaza Dos de Mayo, en la Av. 28 de Julio (Frente al Campo de Marte) y en la Av. Bolivia (entre el Centro Cívico y el Poder Judicial). La movilización iba a iniciar tarde o temprano con el rutinario objetivo de llegar hasta el Congreso de la República. El primer intento fue pasando las seis de la tarde, en el cruce entre la Av. Abancay y la Av. Nicolás de Piérola, que en sentido a la Plaza de Acho estaba cercado por un destacamento policial, por tanquetas (vehículos blindados BMR) y por un cerco de fierros. Esto debía disuadir a los manifestantes que cada vez eran más. Pero pasó todo lo contrario: solo aplacaron más su ira y su violencia.

Fue un ida y vuelta de más de horas. Los violentistas, un grueso encapuchado o con polos tapando sus rostros, estaban preparados para el ataque. Varias imágenes dan cuenta de que ya venían cargando en sus mochilas algunos de los objetos que utilizaron como armas. Lanzaron botellas con arena, pirotécnicos como avellanas, piedras de grandes proporciones (que habrían sido traídos del Río Rímac según informe policial), palos (algunos puntiagudos), pelotas de aluminio (lo cual fue registrado por Latina; y que se presume habría sido lanzado con armas hechiza), y más. Incluso arrojaron aluminio (que estaba partido y que aún no se identifica de dónde lo sacaron) y algunos tenían huaracas para darle mayor velocidad y contundencia a sus arrebatos.

La Policía intentaba replegarlos con bombas lacrimógenas, pero poco a poco fueron teniendo varios caídos. Estos momentos de vulneración fueron aprovechados.

Entre las acciones que exponían la violencia de estos elementos rebeldes era el momento en que arrasaron con áreas verdes y cuando destruyeron la escalera de la Corte Superior de Justicia de Lima. Ya pasada las ocho y media, llegó la noticia más trágica de la jornada. Un señor de 55 años, quien respondía al nombre de Víctor Yacsavilca Santiesteban, había fallecido. De acuerdo a EsSalud, llegó al Hospital de Emergencias Grau en el siguiente estado: "trastorno de conciencia presentando herida contuso cortante en región retroauricular derecha (detrás de la oreja) producto de un golpe". Esto fue respaldado en otro comunicado por el Ministerio del Interior.

Este deceso, sin embargo, cayó como anillo al dedo para la izquierda, que empezó a viralizar en redes sociales su versión de que los efectivos policiales dispararon contra el ciudadano. Los resultados de este tipo de agitación ya lo conocemos. Hasta ahora, no se sabe quién mató al compatriota, pero, por supuesto, la izquierda y su prensa esquiva al factchecking dictaminaron que fue la PNP, sin prueba alguna.

Antes de que Pedro Castillo expusiera su faceta dictatorial con el fallido intento de golpe de Estado, su más leal aliado, el entonces premier Aníbal Torres, había advertido que si destituían al profesor chotano “correrían ríos de sangre”. La secuencia es un hecho: el Congreso lo expectoró el 7 de diciembre y, en simultáneo, se activaron varias manifestaciones violentas en el país. La advertencia de Torres, ahora con impedimento de salida, tuvo un duplicado el pasado 27 de enero de este año. La congresista de Cambio Democrático Sigrid Bazán, de la izquierda política que apoyó al expresidente para luego participar en su vacancia y para posterior a esto sugerir que sin Castillo mejor nada, dijo: “Hemos pasado a que la protesta legítima y pacífica no genera cambio (...) hemos pasado de que la gente que protesta ahora tiene que morir”. Sus intenciones no están escondidas. Sabemos a qué juegan.

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