En el ecosistema de Twitter los operadores de las medias tintas y lo políticamente correcto son incontables. Uno de estos juega bajo el nombre de Alonso Gurmendi Dunkelberg, que carga con laureles que se contradicen con su lectura de la realidad.
El profesor auxiliar de la Facultad de Derecho de la Universidad del Pacífico y exasociado del Estudio Echecopar, recordado por exigirle a Bembos que los sachet de ketchup sean más fáciles de abrir, no solo es un acérrimo defensor del extinto terrorista Hugo Blanco, sino que además considera que una foto entre el congresista Alejandro Cavero y una pequeña vestida con traje andino da para una tesis de colonialismo. Sí, es casi como el humor de baja categoría de Manuel López Obrador cuando habló con una risa sardónica sobre una masacre en México.
Aquí los botones de la luminaria de la caviarada que atiende a su auditorio desde su smartphone y desde algún lugar muy, muy lejano.
Paradójicamente, el actual miembro del Comité Editorial del Blog de Derecho Internacional Opinio Juris, quien se siente el más irónico de los irónicos, dijo que los “conservadores deben tener un conflicto moral” por rechazar la violencia política y aceptarla en otro contexto.
Esto lo publicó el 26 de junio de este año, en clara alusión al drama político-social activado por las izquierdas, quienes vienen usando a las calles para meter a la fuerza una asamblea constituyente, un adelanto de elecciones, y para completar el combo: buscan la liberación y reposición del golpista Pedro Castillo.
No pues. Para Gurmendi, que se siente del pueblo y un enemigo del sistema opresor, no está bien que la policía apele a sus típicos métodos disuasivos —uso de bombas lacrimógenas y etc.— cuando los artífices de estas mismas demandas sin asidero empiecen a provocar el caos. No, la única violencia que acepta es la de los Hugos Blancos.
Tampoco quería que las fuerzas del orden registren a los que entraban a protestar a Lima, pese a la amenaza subversiva. Era “inconstitucional, antidemocrático y autoritario”. Otro personaje que habla de dictaduras con la licencia que da una democracia.
Imaginen si se le hacía caso. Se olvidó que en la primera ola de violencia se le encontraron arcos y flechas a los asháninkas en Lima. También pirotécnicos y dinamita a un grupo en Cusco. Y hasta escudos de metal a esos chiquiviejos que tienen una filia con los amagos de guerras civiles y que luego terminan en los bares de Cercado de Lima o de Barranco.
La mención al señor Gurmendi es porque hace poco uno de mis entrevistados, Rafael Aita, le provocó escozor. No solo expuso sus taras ideológicas tratando de desbaratar la conversación con el experto en las raíces hispánicas del Perú. También le negó a este mismo especialista, con un conveniente monosílabo (“No”), la propuesta que le hizo para debatir sobre el tema. Tengo fe de que no es así, que la sociedad lo corrompió. ¿O sí es así?
En fin. Lo claro es que su descargo no quedó ahí. El aspirante a intelectual orgánico tenía que desplegar sus mejores respuestas para su auditorio.
“Imagínate una “invitación” para que me “expliquen” de colonialismo”, escribió, con la fuerza intelectual que cree que le da el entrecomillado, asegurando tácitamente que le hacía un grueso favor a quien solo lo invitó a discutir sobre el tema en cuestión.
Una pena.
Luego, siguiendo con su prédica desde su púlpito digital, señaló que no podía ir a un canal donde “toda la audiencia” lo está “insultando”. Es decir, aterrorizado por coincidir con usuarios que piensan diferente, hizo cuestión de Estado apelando a una ausencia definitiva. Solo le faltó decir que su signo zodiacal le recomendó postergar todo tipo de fricciones. En esta misma línea aprovechó para decir que además no podía asistir a este encuentro porque no acepta la “premisa” de que “la conquista fue un proceso de paz y amor porque *la nobleza inca* mantuvo poder bajo los Habsburgo”. Prácticamente dijo que no iba restarle puntaje a sus cinco sentidos desentrañando un asunto desde una idea con la que es incompatible. Solo le faltó el Condor Pasa de fondo musical, antes de dar el gran salto al Chanson.
¿Habrá alguien con la estatura intelectual de este personaje? Lo dudo.
Pero ojo ah. Eso no fue todo. Su genio es tan poderoso como el de un gato con siete vidas. No podía renunciar tan prematuramente a su licencia para iluminarnos. Es decir, no quiso un doblete. Buscó su hat-trick.
El tercer y último tuit reza así: “A otro agárrenlo de tonto por favor… yo prefiero esperar la revisión de pares de mi artículo”.
Nada que agregar. Nos entregó gratuitamente un divertido monólogo, uno casi a la altura de un Les Luthiers. Solo le faltó decir: “Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro”.