EditorialDomingo, 6 de agosto de 2023
Ansías viajeras

La presidenta está ansiosa por viajar. Hace apenas unos meses, aprovechó la tregua con el Congreso para aprobar un proyecto de ley que le permite trabajar de manera remota. Y ahora, por una mayoría de 62 votos, el Legislativo le ha concedido su anhelado viaje a Brasil para participar en la IV Reunión de Presidentes de los Estados parte en el Tratado de Cooperación Amazónica (TCA).

Pero la realidad se interpone a sus deseos. A pesar de la ley aprobada, la Constitución establece claramente que el despacho presidencial no puede llevarse en una laptop o smartphone. Siguiendo la Carta Magna, el presidente de la República no puede trabajar fuera del territorio nacional sin contar con un vicepresidente que lo reemplace temporalmente. Y como es bien sabido, la Constitución está por encima de cualquier ley. Sin embargo, en una época en la que los vicepresidentes del Congreso, como el señor Nano Guerra, trabajan desde una poltrona en la playa, todos parecen querer evadir responsabilidades.

El anhelo de Boluarte podría tener una lógica que va más allá de la frivolidad. Codearse y tomarse fotografías con varios presidentes que hasta hace poco no reconocían su gobierno cambiaría radicalmente su postura a nivel internacional. La bendición de Lula junto a fotografías con Petro o Luis Arce, quienes la atacan constantemente, desactivaría la narrativa internacional Castillista. Sin duda, sería un hito en su proceso de reinserción diplomática después del aislamiento que las izquierdas internacionales le impusieron. Desde este punto de vista, el viaje de Boluarte sería una acción de política exterior, o diplomacia presidencial, que busca satisfacer un interés nacional.

A pesar de tener que posar con dictadores como Maduro o presidentes serviles a Putin como Lula, mostrándose con sus homólogos internacionales tras el respaldo de Biden y su asunción de la presidencia de la Alianza del Pacífico la semana pasada, está concretando una estrategia de reintegración internacional. Sin embargo, esta estrategia no puede pasar por alto la Constitución, lamentablemente, y podría volverse en su contra.

Boluarte ostenta la presidencia por dos razones. La principal es que, constitucionalmente, le correspondía asumir el cargo; la segunda, es que el Congreso la necesita para mantenerse en el poder hasta el 2026. Pero, con tal de realizar el viaje, podría empezar a socavar el aura de legitimidad constitucional que sustenta su mandato. Este punto será utilizado por sus enemigos tanto nacionales como internacionales. Además, una violación a la Constitución es causal de vacancia. Parece que el intento de inhabilitación por hacer lobby a favor del Club Apurímac mientras era ministra no ha generado una reflexión profunda en ella. Parece sentirse muy empoderada frente a un Congreso que baja la cabeza ante el gobierno y se desentiende de la Constitución.

En definitiva, se entiende que la presidente quiera viajar, pero no se puede aceptar que lo haga. Va en contra de la Constitución, aunque intente tapar esta realidad con una ley exprés. En todo caso, si la presidente puede gobernar por Zoom, ¿no podría reunirse con Lula y compañía también a través de Zoom? Podría hacer un screenshot de la reunión, ciertamente.

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