La tiranía de Nicolás Maduro se aferra al poder con el apoyo militante de las dictaduras de Cuba y Nicaragua en especial; así como con el explícito apoyo expresado por Rusia, República Popular China e Irán.
El Secretario General de la OEA ha llegado incluso a hacer declaraciones que carecen de sustento jurídico y viabilidad, anunciando que solicitará ante la Corte Penal Internacional el arresto de Nicolás Maduro. Más allá del aumento de cualquier recompensa, lo cierto es que se ha consumado un fraude electoral "burdo y grotesco" que asegura que el tirano de Caracas obtuvo más del 51 % de los sufragios.
Nicolás Maduro es un operador político de Cuba, que se apoya en los servicios de inteligencia y seguridad cubanos. Sin haber exhibido las actas electorales que sustentaran su victoria, la dictadura asegura que por el contrario la oposición ha montado un fraude, con la puesta en práctica de un hackeo desde un remoto país.
El cinismo y la mentira son banderas enarboladas por un gobierno que ha urdido un plan destinado a burlarse de todo tipo de interlocutores, que ha suscrito sucesivos compromisos como los Acuerdos de Barbados, restando importancia a su cumplimiento. Nicolás Maduro reprime al pueblo, llegando incluso a valerse de fuerzas represivas cubanas que han llegado a territorio venezolano; por ello se siente con derecho a arrestar, secuestrar y disparar contra manifestantes que han salido a las calles a denunciar el fraude electoral.
Nicolás Maduro no improvisa, por el contrario ejecuta un plan elaborado por los operadores políticos de la Habana. Cuba y Venezuela se necesitan mutuamente, como debe aceptarse que tanto el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla están vigentes, cumpliendo un activo papel en toda América Latina. La crisis venezolana afecta a toda la región, no sólo por haberse consumado un fraude electoral más, sino porque está en desarrollo el éxodo de millones de ciudadanos venezolanos a diferentes países de la región. La migración no ha cesado, como una respuesta ante el imperio de la dictadura castrochavista, que ha dinamitado la economía venezolana, precarizando la calidad de vida de las grandes mayorías.
Cuando Hugo Chávez asume el poder a inicios de 1999, con la promesa de refundar el país con la aprobación de una nueva Constitución, se puso en marcha un plan que sometió y puso fin al orden constitucional, politizando las Fuerzas Armadas y la policía bolivariana. Hugo Chávez se sintió el mecenas de Cuba, de los países del Caribe, financió las campañas electorales de candidatos y partidos adscritos o afines al llamado "socialismo del siglo XXI", pudiendo asegurar el apoyo internacional necesario para políticamente consolidar su proyecto político.
Con la industria de hidrocarburos en manos del Estado y con el precio del barril de petróleo por encima de los 150 dólares, se impulsaron políticas de subsidio ilimitados, un agresivo plan de expropiaciones y la puesta en marcha de obras públicas con poca rentabilidad social, creyendo que los precios internacionales del petróleo se mantendrían altos. Hugo Chávez no dudaba en hablar durante horas, desafiaba y ofendía a cualquier opositor y asumió un liderazgo internacional inflado por el aparente éxito de sus políticas.
La otrora Venezuela democrática y solvente financieramente, devino en un país con una enorme deuda pública, con hiperinflación y con un desbordante aumento de los niveles de pobreza. La muerte de Hugo Chávez fue seguida con una mayor presencia cubana y rusa en el plano de la inteligencia y la seguridad nacional, así como estrechó los lazos financieros con la República Popular China. El autoritarismo de Hugo Chávez fue suplido por un gobierno represor, aislado internacionalmente y que no se sintió incómodo con la migración de millones de connacionales al exterior.
Venezuela no ha sido destino de inversiones, se quebró PDVSA, se maltrató y despidió a sus mejores cuadros profesionales y técnicos, actuando el gobierno siempre con prepotencia. Hugo Chávez no creía en la libertad, ni pretendió liberar a nadie, por el contrario impuso desde un inicio un modelo autoritario, que elogiaba los supuestos logros de la Revolución Cubana y fue complaciente con movimientos como la FARC.
Las tiranías de Cuba y Venezuela tienen en común generar el éxodo masivo de sus ciudadanos. Por ello Cuba virtualmente ha "expulsado" a sus jóvenes a lo largo del tiempo, mientras que de Venezuela han migrado al exterior más de siete millones de ciudadanos en la última década. A Nicolás Maduro no le interesa que se produzca una "segunda ola migratoria" en los próximos meses, por el contrario sabe que los migrantes desde el exterior enviarán remesas a sus familiares, virtualmente no tendrán derecho a sufragar y dejarán de ejercer presión política movilizándose contra la dictadura en las calles y plazas de las principales ciudades del país. Venezuela está sometida a una tiranía, que reprime, miente y sigue haciendo tiempo, para tratar seguramente de fraguar miles de actas electorales en el plazo más breve. El papel de los gobiernos de Brasil, Colombia y México está orientado a sentar posiciones ambiguas con la dictadura, no habiéndo respaldado los Cancilleres de Brasil y Colombia la Resolución debatida en el Consejo Permanente de la OEA hace unos días. López Obrador demostró una vez más su simpatía por las tiranías, al instruir a la Canciller de su país, que no concurra a Washington.
Venezuela libra una batalla por la libertad, es el momento de poner fin a la tiranía.