Desde el momento en que Dina Boluarte asumió la presidencia de la República del Perú, en diciembre de 2022, tras la fallida intentona golpista de Pedro Castillo, su mandato ha estado marcado por la precariedad, el rechazo ciudadano y una legitimidad profundamente cuestionada. Lejos de consolidarse como una figura de unidad o de transición, Boluarte se ha visto envuelta en una espiral de crisis políticas, sociales e institucionales que, a dos años de su llegada al poder, parecen haber erosionado por completo su capacidad de gobernar.