La controversia en torno a la obra teatral María Marícón ha encendido una tormenta de debates y emociones en las últimas semanas, dejando al país profundamente dividido. Para algunos, se trata de un ejercicio legítimo de libertad de expresión, mientras que para otros, es un ataque directo a las creencias religiosas y los valores tradicionales que sostienen nuestra sociedad. El detonante principal de esta controversia radica en el uso de imágenes católicas —símbolos profundamente arraigados en la fe y la identidad cultural del país— para promover una obra que, según sus críticos, contradice "lo natural" del género y desafía de forma abierta las buenas costumbres. La indignación no se ha hecho esperar: mientras unos defienden la pieza como una expresión artística que busca cuestionar los prejuicios, otros denuncian un atropello a los valores fundamentales que sostienen el tejido social.