En la lucha contra el terrorismo que desangró al Perú durante dos décadas, miles de soldados, policías y ciudadanos organizados en comités de autodefensa pusieron el cuerpo, el alma y la vida. Lo hicieron cuando el Estado era casi una ficción, cuando Sendero Luminoso y el MRTA asesinaban a sangre fría, cuando tomar un fusil o patrullar una carretera era exponerse a una emboscada o a una bomba en la puerta de casa.