La renuncia de Phillip Butters a Avanza País ha sido un remezón a la derecha peruana, y nos ha vuelto a poner la incertidumbre a la vuelta de la esquina. ¿Qué tan comprometidos están nuestros supuestos aspirantes al sillón de Pizarro?
Butters anuncia su salida “irrevocable” porque, según él mismo, el partido no tiene estructura, ni organización, ni control interno, ni financiamiento. Ya había comenzado a verse desmoronado ese matrimonio entre el periodista y el partido político de Avanza País.
Y en gran medida, la culpa la tuvo Phillip. Su campaña, si es que podemos definirla así, se basó fundamentalmente en despotricar contra otro líder de derechas, Rafael López-Aliaga, sin motivo alguno; si bien Porky también respondió con poco tino y falta de caballerosidad, es innegable que la primera piedra se tiró desde Avanza País.
Luego de ello, hubo una cercanía media dudosa, o al menos que generó críticas y distanciamientos por seguridad política, cuando se comenzó a relacionar demasiado con ciertos streamings y medios caviares en busca de “el voto del centro-izquierda”. Incluso diciendo que hablaba con Curwen a diario y que le había ofrecido trabajo en su canal PBO.
¿Curwen de derechas, conservador y capitalista?
Pues para Phillip, sí lo era.
Pero la renuncia de Butters, en vez de ser un ruido mediático más, debería sonar como una alarma nuclear para toda la derecha. Porque si ni siquiera podemos sostener una candidatura de una persona que toda su vida ha sido visceral contra los rojos, entonces, ¿qué podríamos esperar de nuevos elementos?
¿Cómo pretendemos convencer al electorado de que estamos listos para gobernar?
Al compás de la caída de Butters, surgió el caso de Norma Yarrow, que complementa perfectamente este desastre. En plena campaña, en vez de proyectar firmeza y coherencia, el partido Renovación Popular vuelve a dar manotazos de ahogado. Por un lado, la señora Norma Yarrow titubea cuando el periodista Fabricio Escajadillo la confronta por su pasado político apoyando ciertas causas menores del movimiento LGTB. Causas que en verdad poco deberían importar al ciudadano común, pero las bases de Renovación Popular, que son religiosas, ven eso como una debilidad.
Aunque lo peor no es eso, sino la falta de organización interna para poder resolver esas preguntas de la candidata a vicepresidente o de su líder Rafael López-Aliaga para salir ileso de todo este proceso inquisitorio.
El país ya desconfía en un 74% del Congreso, y cuando una candidata titubea, se contradice y termina amenazando con acciones legales porque un entrevistador le hizo preguntas incómodas, lo único que demuestra es fragilidad y amateurismo.
Lo claro acá, es que los grandes problemas del país se dejan de lado.
Mientras la anemia sigue golpeando a casi la mitad de los niños de algunas regiones, mientras más del 50% de jóvenes trabaja en la informalidad y mientras la economía lleva diez años sin despegar, la derecha se distrae en rabietas mediáticas, guerras culturales mal planteadas y susceptibilidades personales. Es como si estuviéramos compitiendo por quién hace el ridículo más rápido.
Seriedad, que por más que no salga en las encuestas, la izquierda nunca muere, y siempre se reinventa en una serpiente diferente. No seamos neandertales políticos y entendamos qué batallas dar en función de ganar la guerra.
Estas minucias nos pueden costar la elección de 2026. Y no por mérito de nuestros adversarios, sino por incapacidad propia.
Si no dejamos de sabotearnos, si no dejamos de convertir cada semana en un episodio de caos autoinfligido, perderemos otra vez. Y cuando eso pase, no habrá a quién culpar más que a nosotros mismos.
Pues como diría el politólogo y pensador, Armando Ribas «La derecha explica estúpidamente la brillantez, y la izquierda explica brillantemente la estupidez».
