OpiniónLunes, 13 de marzo de 2023
Un formateo premeditado, por Tony Tafur
Tony Tafur
Periodista de El Reporte

El debate no existe, lo hemos matado. A esta conclusión podríamos llegar tras repasar la radiografía que hace Francisco José Contreras a la tromba ideológica de nuestros tiempos en Contra el totalitarismo blando (Libros Libres, septiembre 2022), una recopilación de las columnas que escribió entre 2018 y 2022. El catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla y también diputado de Vox en las Cortes Generales puso toda la carne en el asador para desentrañar temas casi inabordables —culpa del régimen del censo y su adicción a la muerte civil— como “la cancelación woke”, “el feminismo radical”, “la imposición trans”, “la histeria climática”, “el ateísmo” y más. Pero no solo eso. Su crítica alcanza a los artífices involuntarios de lo que denomina como el auge de la “desresponsabilización”, antesala del camino a “la autodestrucción”: los que desde sus burbujas dejaron pasar este tren, aún sabiendo que a largo plazo sería contraproducente.

Solo en la introducción da algunas pastillas para los que no tienen vértigo con la realidad: “El totalitarismo blando es muy difícil de combatir, también porque su contenido ideológico es seductor (...) Los jóvenes necesitados de sentido existencial en nuestra sociedad materialista encuentran un sucedáneo de religión en la lucha por “los derechos” y “la defensa de los oprimidos”. La ideología woke les explica que los oprimidos son las mujeres, los homosexuales y transexuales, las razas distintas de la blanca, las naciones no occidentales... El wokismo está secuestrando y canalizando en una dirección patológica el natural idealismo juvenil”.

El Perú no es ajeno a este algoritmo que busca golpear los estándares de la moral y que se desliza sin mayor filtro en las esferas pública y privada; en las calles y en las familias, etc. Un botón: el último Día Internacional de la Mujer. Además del maniqueísmo: las buenas no tienen nada que festejar; las malas se saludan entre sí (o las malas son las que apoyan a la presidente Dina Boluarte), la secuencia tuvo su siempre oportuno respaldo audiovisual, entre estos el comercial que soltó la marca de toallas higiénicas Nosotras. Para afiebrar a la supuesta organización de opresores que dibujan miembros viriles en las paredes para someter al género femenino, el equipo de Marketing tuvo la innovadora idea de responder pintando úteros (no sabemos si de mujeres o de alguno de los tantos géneros que buscan oficializar con su neolengua como afirma Contreras). Así es. Identificaron que el Talón de Aquiles de esta camada de desadaptados que practican una versión primitiva del arte urbano era no haber acaparado todas las paredes. Por lo tanto, con espacio libre y una envidiable solvencia artística, llenaron el país de aparatos reproductores para romper “los tabúes alrededor de la intimidad de la mujer".

José Contreras señala que estos son los estragos del influjo de Mayo del 68 —que, indica, fue protagonizado por jóvenes que no vivieron las guerras, que estuvieron en la edad de oro y que pese a eso se enfrentaron al status quo porque se sentían metafísicamente asfixiados; acusa como principal promotor a El hombre Unidimensional, de Herbert Marcuse—.

Este intervalo sesentayochista, agrega, fue la irrupción de un paquete de urgencias sexuales que además de poner en peligro a la tasa de natalidad y, en consecuencia, a las demografías, representó también la transmutación de la lucha de clases por “la de sexos, razas y orientaciones sexuales”; es decir le dieron otra dirección a los mandamientos marxistas y fijaron un norte gramsciano habitando el terreno cultural. “No buscan fines racionales, sino identitario-emocionales”, explica. Aprovecha también para desmitificar a algunas de las que encarrilaron esta rebeldía como Kate Millet (y su conocida frase “lo personal es político”), a Judith Butler (“el género es performativo”), a Simone de Beauvoir (“la mujer no hace, se hace”). Añade a la galería a la socialista española Carmen Calvo (“Hay que acabar con el estereotipo del amor romántico, que es machismo encubierto”).

También habló sobre la ola de ecologismo, que hoy tiene como máximo exponente a Greta Thunberg. Uno de los frentes que toca es el de la promoción de la energía eólica, que, pese a su ineficacia porque necesita mucho campo para producir poca electricidad, empezó a ganar espacio tras el rechazo que ganó la energía nuclear, sobre todo por el caso Chernobyl, en el que asegura que fue más por negligencia del comunismo que por el mismo procedimiento. Asimismo, habla del abuso de la inmigración: de cómo maquinan el panorama para exponenciarlo, aún conociendo que los países no se dan abasto territorial ni económico y que la ciudadanía puede estallar culturalmente por haber poca sintonía y poco control, y un largo etcétera. Aquí nomas, a la vuelta de la esquina, vemos el despliegue de organizaciones criminales extranjeras en coalición con las locales o simplemente adiestrándolas. Asimismo, alertó lo que podría seguir después de la universalización de la Inteligencia Artificial (la que trazó como la tercera revolución industrial): el transhumanismo. A modo de ironía, o tal vez con aires premonitorios, anunció la normalización de la eugenesia para producir humanos con un alto IQ, lo que no solo desencadenaría el descarte de embriones que están destinados a las bajas capacidades sino a un nuevo insumo para los acostumbrados a protestar por todo: “¡IQ de 220 para todos ya!”. Nos avisa que deberemos preprarar buenos contraargumentos si llega a materializarse escenario.

Para algunos las palabras de Contreras pueden resultar un movimiento telúrico. Para otros tal vez pura charlatanería. Lo cierto es que, y esta es una frase que repite bastante del poeta alemán Friedrich Hölderlin: “Donde abunda el peligro crece también la salvación”.

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