“En las celdas no hay luz, ni aire. Los gritos se escuchan toda la noche. Cuando uno deja de oír los gritos, es porque alguien murió”. El testimonio de un exreo político venezolano no describe solo una prisión: describe una nación entera sometida al silencio. En los sótanos del Helicoide — el centro torturas chavista— se concentran el miedo, la humillación y la resistencia de un pueblo que lleva más de dos décadas padeciendo la devastación moral del socialismo.
Y, sin embargo, incluso en la oscuridad, persiste una llama. Esa llama tiene nombre: María Corina Machado. La Academia Noruega le ha concedido el Premio Nobel de la Paz 2025 “por su incansable labor en favor de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha por una transición pacífica hacia la democracia”. El comunicado del Comité Nobel subraya que “mantiene viva la llama de la democracia en medio de una creciente oscuridad” y que “ha demostrado que las herramientas de la democracia son también las herramientas de la paz”. La Academia soltó una sentencia moral frente a la barbarie.
El reconocimiento llega en un momento en que el régimen de Nicolás Maduro exhibe su rostro más brutal. Diversos informes internacionales recogen testimonios desgarradores: detenidos que pasan semanas incomunicados, madres que reciben una camiseta sucia como única prueba de vida, hombres torturados con descargas eléctricas hasta confesar delitos inexistentes. “El silencio del Estado es la peor forma de tortura. No hay cuerpo, no hay respuesta. Solo el vacío”, afirma el familiar de un desaparecido.
Y a pesar de todo, Machado eligió no huir. Permanecer en su país, enfrentando amenazas, acoso y la persecución, es en sí mismo un acto de heroísmo civil. Desde su liderazgo en Súmate hace más de veinte años hasta su candidatura presidencial frustrada por el régimen, ha defendido una idea muy sencilla: que los venezolanos merecen volver a elegir su destino.
Otorgarle el Nobel a María Corina Machado es un golpe simbólico a la tiranía, un gesto de apoyo moral al pueblo venezolano y un recordatorio al mundo de que la libertad sigue teniendo defensores, incluso en medio del horror. Es, además, una advertencia a todos los regímenes autoritarios del planeta: los pueblos pueden ser sometidos, pero nunca conquistados del todo.
Porque si los dictadores se blindan con fusiles, los pueblos libres se blindan con símbolos. Y hoy, ese símbolo tiene nombre y rostro: María Corina Machado, la voz firme de millones de venezolanos que no se resignan.
Last modified: 10 de octubre de 2025