¿La vacancia de Dina Boluarte solucionará los problemas más graves que aquejan al Perú como el del orden interno? Lo dudo mucho. Tenemos otro nuevo presidente que, como la anterior, ha accedido al cargo por esa ruleta sin sentido en que se ha convertido la política peruana. No me cabe la menor duda que en este momento el presidente José Jerí no sabe por dónde empezar.
La situación que vivimos se origina en la irresponsabilidad y la banalidad con que los peruanos tendemos a elegir a nuestras autoridades políticas, lo que termina siendo un reflejo de nuestra sociedad: desorden, inmadurez, irrespeto, indiferencia, indolencia. Los problemas de orden interno/seguridad ciudadana los venimos cebando desde hace décadas y hoy estamos viendo los resultados: perdida de autoridad del estado en su principal función que es la de hacer uso legítimo de la fuerza, lo que hace que aquel supere al estado naturaleza, es decir el del caos de todos contra todos, como lo definiera Hobbes. Esta vergonzosa perdida de autoridad se refleja, entre otros, en que la delincuencia ha obtenido considerables ventajas a su favor porque la propia sociedad se las ha regalado. Evidentemente lo dicho tiene también otras características como la ineficacia de las políticas del Ministerio del Interior y la falta de una política penitenciaria eficiente de parte del Ministerio de Justicia, influenciados ambos ministerios desde la caída del fallecido ex presidente Alberto Fujimori, por la izquierda cosmopolita -la que motejamos como caviar- a los que se les suma el de Defensa, en particular en los gobiernos de Toledo y de García.
A lo dicho hay que añadir la degradación de la PNP desde su irresponsable unificación en 1987, los constantes cambios de ministros del interior y de las máximas autoridades policiales, sobre todo con Humala y con Sagasti, lo que ha afectado considerablemente la moral institucional, así como la politización de la administración de justicia y su deplorable ineficacia para dar castigo a los criminales.
Formula prefecta para el desastre. Siembra vientos y cosecha tempestades.
¿La salida de Dina Boluarte agravará la situación? Es muy probable que sí, considerando que pronto estaremos inmersos en un proceso electoral muy complejo y de resultados impredecibles.
Las horas que vienen serán de pausa de combate, y a continuación las izquierdas pretenderán nuevamente -y muy probablemente lo logren- incendiar la pradera. Me preguntaron ¿y qué pasa con la “derecha” o los “grupos económicos”? Desde mi punto de vista no hay conexión entre derecha(s) y grupos económicos. Primero porque en mi opinión no existe derecha alguna en el Perú, y segundo porque los grupos económicos no aprecian en términos políticos, sino en negocios con el mejor postor, puesto que muy pocos, poquísimos, leen o están impuestos de la realidad nacional, más allá de las tasas de interés, de las inversiones, y de todo aquello que se relacione con lo fenico, y con ello creen saber más del Perú que cualquiera. Digno de Chaplin. Un botón: hace unos años, el CEO de una importante entidad bancaria aplaudía a su hijito -generación z, la confusión personificada- por marchar contra Merino. ¿Cuáles fueron las consecuencias inmediatas de la marcha que lamentablemente tuvo el costo de dos jóvenes muertos, muy oportunos para los subversivos, lo que aún no ha sido debidamente esclarecido?: la cobarde renuncia de tan efímero presidente, para luego hacerse del poder el caviar Sagasti – luego de que, casi casi, lo alcanzase la comunista Roció Silva Santisteban – y poco después relevado por el comunista de kindergarten Pedro Castillo.
País de confundidas gentes como decía Piérola.
¿Será Jerí un nuevo Merino?, ¿Terminaremos en manos de otro caviar que allane el camino a algún movimiento comunista que aún está estratégicamente agazapado esperando su oportunidad para llegar a Palacio el 28 de julio del 2026, “ayudado por las pelotudeces democráticas” como fue con el mequetrefe Castillo? Difícil pronosticarlo, pero el riesgo es altísimo. La agitación es una de las mejores armas del leninismo -agitación y propaganda- y una situación de vacancia presidencial que ya se ha convertido en un deporte nacional -para deshonra del Perú- constituye un escenario inmejorable para los subversivos.
Lo cierto es que haber llevado a cabo una vacancia presidencial; estando tan cerca las elecciones y más aún, apelando a una incapacidad moral cuya causalidad es la mala gestión, más que cierta, no se ajusta a lo que la Constitución establece; es un acto de absoluta irresponsabilidad motivado con escandalosa notoriedad por las ambiciones desmedidas que suscitan las elecciones presidenciales próximas.
Nada de esto ha de extrañar a quien observa con atención los acontecimientos políticos de nuestra Patria, que desfallece con cada puñalada que le clavan sus malos hijos, entre ellos los principales promotores del desmadre armado el 9 de octubre, otrora día de la “dignidad nacional” -durante el nefasto régimen del socialismo de guayabera en los 70- motivados por ambiciones electoreras inescrupulosas, fomentadas por su nulo patriotismo, y nutridas por una despreciable falta de respeto al país. Miserables.
Antes de dejar el Perú para siempre, el libertador don José San Martín nos advirtió que si no respetábamos la Constitución “la anarquía os va a devorar”. Esta advertencia clarividente, se ha hecho realidad muchas veces en nuestra historia. Hoy estamos nuevamente frente a la amenaza de la anarquía y de la anomia.
Pareciera que, perversamente, algunos individuos que profesan ideologías inservibles, buscan que los peruanos unos destruyamos unos a otros y con ello el futuro promisorio del país que sigue siendo una tarea pendiente, desde que la generación del 900 y su idealismo arielista propusiese una visión modernizadora para el Perú basada en la europeización del sentido social y en la síntesis prehispánica/colonial que da vida a la identidad nacional, cuya raíz la hallo en la filosofía política del gran Bartolomé Herrera y su “aristocracia de la inteligencia” -dichose de paso, elemento de la tragedia peruana: Herrera, sin herreristas- marcando distancia con el positivismo muy influyente en su época.
Todo esto sucede luego de dos décadas de cacareo inútil de la falacia del “milagro peruano” o que el Perú es un éxito, promovido por algunos economistas liberales que lograron hacer fuerte eco en quienes no se detienen ni un minuto a reflexionar sobre la grave situación de otros asuntos tan o más importantes que la macroeconomía, el titular del MEF o del BCR, como lo son la seguridad nacional, la educación, la salud, la desnutrición infantil, la corrupción.
En momentos como el que estamos viviendo mucha gente se ciega, y solo responde a la euforia irracional como en el Coliseo romano, lo que se aprecia mucho en las redes sociales.
¿Habrá tenido razón Bolívar al decir alguna vez, que el Perú es ingobernable? Lo cierto es que, inobjetablemente, nuestra historia política se caracteriza por los tumbos. Padecemos de una enfermedad que pareciera ser incurable que se llama desorden. Como muchas enfermedades crónicas, existen buenos tratamientos para mejorar la calidad de vida del paciente. Nuestros buenos períodos gubernamentales hacen las veces de esos “tratamientos exitosos” (Castilla, Leguía, Benavides, Odría, Fujimori), que lamentablemente caducan, y luego hay que esperar a que aparezca una nueva medicina para hacer que el enfermo se sobreponga.
¿Será acaso que nos merecemos lo que nos pasa?
Sin embargo, con la tozudez de Galileo, en este reino de la incertidumbre, es posible -e indispensable- seguir luchando para impedir que las izquierdas legales -y las subversivas- sigan destruyendo nuestra Patria, como lo vienen haciendo ininterrumpidamente con la complicidad o alcahuetería de todos los gobiernos que se han sucedido sin excepción, desde hace 25 años. Hay mucho por combatir todavía.