Escrito por 08:43 Opinión

De vuelta al colegio

Alguien dijo alguna vez que recordar es volver a vivir. Pero la experiencia que quiero compartir con ustedes es más que recordar, es volver al pasado para volver a vivir. Soy un convencido de que hay algunos momentos en la vida en que una persona puede volver al pasado, y volver a vivir y sentir lo que alguna vez sintió y vivió. Uno de esos momentos es cuando uno asiste a la reunión anual de exalumnos de su colegio, que por lo general suele consistir en un almuerzo con música y baile inclusive. El sábado pasado se celebró el almuerzo de Reencuentro anual de mi colegio, el Carmelitas, en el local de secundaria, en Miraflores. Como en ocasiones anteriores, convoqué a mis amigos más cercanos a mi casa para reunirnos antes del almuerzo, ponernos al día -pues meses o años que no nos veíamos- y luego irnos al Reencuentro. Como vivo cerca al colegio, nos fuimos caminando tranquilamente, con alguna botella de whisky o de vino en mano para compartir en el Reencuentro.

A medida que nos íbamos acercando al colegio, una extraña emoción comenzó a surgir dentro del corazón y del alma de cada uno de nosotros. Es como si por alguna extraña razón, nuestras mentes comenzaran a retroceder varias décadas atrás, cuando éramos niños o aun adolescentes. Cada uno caminaba procesando sus recuerdos y sensaciones a medida que nos acercábamos a la puerta de entrada del colegio. Personalmente, veía la fachada, algo cambiada, por cierto, pero en esencia la misma. Pasamos al costado de lo que era la secretaria del colegio, lo cual me trajo a la memoria cuando con mi compañero Cesar se nos ocurrió, ya que estábamos aburridos allá a mediados de quinto de media, pintarle con plumón negro bigotes, barbita y ponerle ojos bizcos sobre el vidrio del retrato del padre Martin -antiguo director- hasta que nos descubrieron y castigaron como era debido, pese a que el retrato del director en cuestión quedó monísimo y hasta mejoró en su aspecto (hasta hoy sigo exigiendo mis derechos de autor que le llaman).

Luego ingresamos al gran patio del colegio. Reconocer los salones de clase mientras caminábamos, implicó recibir un literal bombardeo de recuerdos, rostros, risas, llantos, angustias y un sinfín de etcéteras que no cabrían enumerar en estas páginas. Y más allá, al fondo del segundo patio, un gran toldo y tabladillo, rodeado de toda una variedad de mesas llenas de gente, algunas sentadas, pero más de pie, conversando alegremente. Fue en esos momentos que comenzó lo que denomino, la “etapa de reconocimiento facial intensivo”. Efectivamente, buscamos las mesas de nuestra promoción. Sabía que eran cinco. Conste en actas que mi promoción dentro de dos años cumplimos nada menos que ¡cincuenta años de haber egresado del colegio! ¡Toda una vida por Dios! ¡Mozart solo vivió 35 años y Chopin 39! ¡Los de mi promoción andamos por los 65!

Claro que mentalmente, nos sentimos por los cuarenta y hasta menos, al menos yo. El punto es que la acción u operativo de reconocimiento debe de efectuarse de manera rápida y efectiva. Puede hacerse de manera individual, pero por lo general es colectiva. Me refiero a que uno solo puede ir reconociendo a los antiguos compañeros(as) uno por uno, aunque puede equivocarse o no recordarlo. Sin embargo, la metodología más utilizada es la colectiva. Consultarle finamente a tu compañero del costado: “Compadre ¿Quién es el panzón canoso, medio calvo con bigotes que está allí parado?” o “¡Rápido, ayúdame! ¿Quién es la rubia de ojos claros, guapísima, que me está mirando y sonriendo?” Entonces es cuando tu amigo del alma te ayuda y te saca rápido del apuro, diciéndote bajito el nombre del compañero o compañera —pues mi colegio es mixto— para no quedar mal y rápido acercarte a saludar: “Hola, ¿qué ha sido de tu vida? ¡Estas regia!” o muy diplomáticamente: “¡compadre! ¡Que gusto verte!” y etc.

Así sucesivamente vas acercándote y saludando a cada uno o una, y en instantáneo, la labor de reconocimiento debe de actuar de inmediato, acordándote del nombre de cada compañero(a), pese a los treinta o cuarenta años sin verse. Quien no tenga buena memoria para las caras y los nombres, quedará pésimo y hasta podría disculparse diciendo que tiene principios de Alzheimer o de demencia senil. No quedas mal.

Pasada la “etapa de reconocimiento facial intensiva”, comienza la etapa del “¿Qué fue de tu vida?”. En esta etapa debes tener en tu mente un “resumen ejecutivo” con bullets mejor, de tu currículum vitae, para a continuación pasar a resumir el denominado “Resumen ejecutivo de tu vida amorosa y familiar”, esto es, si tienes esposo o esposa, pareja, o la has tenido o cuantas has tenido, así como número de hijos aproximado, con la misma mujer o con otras, etc. Con esto la “etapa de reconocimiento facial” y del “¿Que fue de tu vida?” concluye, para pasar a la etapa del “Tómate un trago conmigo”, por más que no recuerde quién diablos eres. En fin, Como diría el genial Trespatines: ¡cosa ma grande de la vida chico!

Cabe mencionar que, en el transcurso de estas etapas, puede suceder que tengas un ataque del conocido “síndrome de Confucio”. Suele pasar, que uno conversa con una compañera al cual no ves en décadas, piensas que es fulana y resulta que es sultana, esto es, creías que hablabas con una persona y resultó ser otra. A estas alturas del partido, entre las múltiples formas de cirugías plásticas, implantes, diversidad de tintes para el cabello y etc. -incluyo por si acaso en esto tanto a hombres como a mujeres- es un típico caso de síndrome de Confucio, con lo cual además de hacer un papelón, quedas pésimo, muy “confundido” y solo te queda decir con tu mejor sonrisa: “Sorry, pensé que eras otra persona”, y salir raudamente al otro extremo del patio a buscar un buen trago y a otra cosa mariposa.

Finalmente, llegamos a la denominada “etapa de melancolía colectiva”, quizá la más hermosa, la que uno más disfruta, en donde todos los compañeros(as) y amigos(as) ya reconocidos(as), con nombres, apodos y apellidos, recordamos anécdotas, travesuras, profesores, peleas, amoríos, etc. mientras que trago va y trago viene, con lo cual el cariño y los recuerdos se hacen más intensos e íntimos, cuasi alcoholizados. Es en esta etapa que —y cabe indicar que no es por efectos del trago— en donde literalmente uno comienza a vivir y revivir lo que la amistad, el cariño y tantas cosas vivenciadas en aquellos años maravillosos del colegio, porque, en definitiva, ¡son los años más maravillosos de tu vida!, y asistir a estos almuerzos de Reencuentro es volver a vivir con los compañeros, amigos de toda una vida, aquellas sensaciones y sentimientos de una amistad y un pasado inolvidable. De allí que, definitivamente, estas reuniones anuales constituyen toda una vuelta al pasado, una vuelta a los amigos maravillosos y a los recuerdos más profundos e inolvidables, esto es… de vuelta al colegio.

Visited 3 times, 1 visit(s) today
Last modified: 15 de octubre de 2025
Close