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Tacna, te quedaste en mi corazón

Comenzaba a atardecer en el Paseo Cívico en la ciudad de Tacna. El hermoso Arco parabólico, con las estatuas de Grau y Bolognesi, enmarcando a la bella catedral, me recibió bajo su sombra. Al frente de la catedral, entre la avenida San Martin y la calle Inclán, me esperaba la impresionante Casa Basadre, hermosa casona en donde viviera nuestro gran historiador Jorge Basadre.

Llegué un poco temprano para ir conociendo mejor los interiores de la casona y en especial, la enorme sala en donde en unos minutos presentaría mi novela “Amanece en Arica”. Fui recibido con mucha amabilidad y cariño por la directora de la Casa Basadre (Fundación Cultural del Banco de la Nación) Carmen Salleres, así como por la Sra. Ana Pino, quienes organizaron el evento con semanas de anticipación, con mucha dedicación y cariño.

A los pocos minutos empezaron a llegar algunas elegantes señoras tacneñas con sus esposos. Me puse a conversar con ellos. Una de las cosas que más me ha impresionado de Tacna es la cultura, educación y, especialmente, el amor a la patria que manifiesta su gente. Es algo que se respira y se siente por las calles y avenidas de Tacna. Además, debo mencionarlo, impresiona la valentía y coraje de la mujer tacneña que, hasta el día de hoy, puede decirse que lleva en su alma y en su corazón, demostrándolo a cada instante, su amor al Perú. Luego fueron llegando diversos maestros(as), decanos, vicedecanos, historiadores, poetisas, e inclusive jóvenes escolares cuya educación, cultura y respeto por nuestra patria destacaba. Me acompañaron en la mesa de honor, el decano regional del Colegio de Profesores del Perú, Edgar Astete, así como la señora Carmen Salleres, Carlos Vela Velarde y Juan Gómez Zegarra. Todos tuvieron intervenciones muy elogiosas y destacables.

Mientras mis compañeros de mesa decían sus amables palabras en relación con mi novela, se me vino a la mente lo vivido intensamente por mí en los días previos a la presentación de la novela. Recordé mi reciente visita a la ciudad de Arica, acompañado muy amablemente de mi amiga Kareen Ríos, quien nos acompañó a mi esposa y a mí, y soportó estoicamente el calor y todos mis avatares, puesto que, en la visita al morro de Arica no se me ocurrió mejor cosa que ver aquello que no se suele mostrar a los turistas, los cuales se conforman con subir a la cima del morro, visitar su pequeño museo de sitio y tomarse unas fotos. Luego de caminar por la cima y contemplar el Cerro Gordo plagado de enormes antenas de televisión, decidí meterme a caminar y ver todos los lugares donde se combatió en el morro. De allí que un poco por instinto y gracias a los conocimientos que había adquirido del morro, leyendo y viendo vídeos, dirigí al chofer que nos había traído hacia los lugares en donde deduje se encontrarían las denominadas baterías del Este y el famoso fuerte Ciudadela, y acerté. Trepé y caminé a lo largo del arenal y colinas del morro con sus subidas y bajadas, hasta que encontré ambos fuertes, con sus trincheras y lugar de posición de los cañones. El sol abrazaba mi cabeza, pero me metí a las trincheras, las recorrí todas, imaginando la lucha de esos peruanos, comandados por su valiente jefe, el tacneño Justo Arias Aragüez, sable en mano, y por otro gran tacneño, Marcelino Varela, descargando su revolver contra la horda de chilenos, peleando hasta lo último.

También se vino a mi memoria la visita que efectuara esa misma mañana a lo que algunos denominan los Altos de la Alianza, Campo de la Alianza o los Altos de Juan Diaz, donde ocurrió en mi modesta opinión, la batalla más importante de toda la guerra del Pacífico y la que determinó su resultado: la batalla de Tacna o del Alto de la Alianza como algunos historiadores también la llaman. No pude con mi genio y, luego de contemplar su hermoso monumento, me adentré en el arenal de aquel desierto en donde tantos tacneños habían peleado a las puertas de su ciudad, defendiendo el suelo patrio y en donde tantos habían caído luchando. Tomé un puñado de arena con mis manos y así estuve, reteniéndola en mis manos, aquella arena y grava caliente en donde tantos derramaron su sangre por nuestro Perú. Mi esposa y Kareen me miraban a lo lejos, preguntándose que hacía ahí este loco patriota, caminado ensimismado, recordando esa mañana del 26 de mayo de 1880. Por un momento, entre el fuerte calor y el sonido del viento, juraría que oí el entrechocar de sables y bayonetas, en medio de gritos y arengas por el Perú.

Fue en esos momentos que tomé conciencia de que estaba sentado en una mesa de honor, en la Casa Basadre, rodeado de ilustres tacneños y tacneñas, precisamente descendientes de aquellos héroes que pelearon en la cima de esta pampa del Intiorko, y de aquellas admirables mujeres descendientes de aquellas heroínas que vivieron y sufrieron la ocupación chilena. Ahí las veía sentadas, guapas, regias y aguerridas, las cuales oían con especial emoción e interés, lo que les comentaba sobre mi novela y la terrible y heroica batalla de Arica.

Terminada mi disertación y luego de ser amablemente aplaudido, me dispuse a escuchar los comentarios y preguntas del público. Debo mencionar que quede profundamente asombrado del conocimiento y profundidad de los comentarios de los asistentes, que denotaban un conocimiento detallado de lo sucedido en Tacna y Arica en aquellos días de dolor y de sangrientas batallas como la de Tacna y Arica. Ilustres damas especialmente expresaban su cariño por la patria, valentía y coraje en sus comentarios, lo cual hizo que me sintiera muy orgulloso de ellas y de estar allí presente entre tantos tacneños maravillosos. Luego tuvimos un brindis de honor en donde se brindó por Tacna y su maravillosa gente. Finalmente, solo me resta decir que Tacna dejó en mí una huella imborrable y profunda en el alma. ¡Gracias Tacna! ¡Eres todo un ejemplo y una luz para todo el Perú! Definitivamente Tacna… ¡te quedaste en mi corazón!

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Etiquetas: , , , , , Last modified: 26 de octubre de 2025
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