Con la victoria de Rafael López Aliaga como nuevo alcalde de Lima Metropolitana, la izquierda está empezando a desplegar una nueva estrategia para recobrar fuerzas y su influencia en la coyuntura nacional, debido a que la presencia de Pedro Castillo ha debilitado de manera contundente su imagen frente a la opinión pública en todo el país durante este último año.
No podemos olvidarnos de que, a pesar de los titánicos esfuerzos por querer pintar a Pedro Castillo como un campesino moderado que iba a velar por las necesidades de los más vulnerables, la realidad es que el presidente del bicentenario ha resultado ser uno de los peores en la historia de nuestra joven República.
Desde las primeras semanas de este gobierno, las denuncias de corrupción han sido tan flagrantes como numerosas, llegando a involucrar a sus familiares directos, y quitándole todo tipo de legitimidad a este gobierno frente a la opinión pública, donde incluso en las regiones donde ganó por amplia mayoría, muchos ahora lo ven como un presidente obscenamente corrupto.
Además, durante toda la campaña presidencial hubo una fuerte campaña mediática para intentar desligar a Castillo de la ideología marxista de Perú Libre y de sus claros nexos con grupos de fachada de Sendero Luminoso.
Sin embargo, tras un año de gobierno, hemos visto cómo se ha destruido la economía peruana por malas políticas públicas, que a veces parecen deliberadas, incluyendo la insistencia de realizar un cambio de modelo mediante una propuesta de asamblea constituyente antidemocrática, y la desarticulación de bases militares en el Vraem, donde operan los últimos rezagos del terrorismo.
Incluso el sector minero, que hoy en día podría generar gigantescos réditos al país debido a la subida del precio de los minerales por la guerra en Ucrania, ha sido desolado por ministros que amenazan directamente la realización de estas actividades, y por sospechosos ataques a varias instalaciones mineras de todo el país.
Frente a la clara debacle que ha resultado ser este gobierno, que no logró dotar a la izquierda de un gran líder popular que pueda impulsar los radicales cambios que proponen, la estrategia ha sido la de intentar echarle la culpa de esta crisis a terceros agentes.
Durante estos últimos meses, el Congreso de la República ha servido como el muñeco de paja de la izquierda, quienes de manera absurda intentan hacernos creer que la responsabilidad de la crisis que atravesamos tiene que ser asumida de manera equitativa por nuestros parlamentarios, a quienes acusan de golpistas y “terruqueadores”. De esta forma, se ha levantado la bandera del “Que se Vayan Todos”, para intentar embarrar a todo el sector político para no salir tan perjudicados en los próximos comicios.
Aprovechando que López Aliaga asumirá el rol de alcalde de Lima, esta misma estrategia se traspasará, pero ahora destinada a todo lo que haga o no haga nuestro nuevo burgomaestre.
Últimamente, se ha podido ver como los principales actores de la izquierda han comenzado a desplegar una feroz campaña mediática para distraernos de todo lo que ocurre en Palacio de gobierno. La consigna es pintar a López Aliaga como un vulgar fascista adinerado, que solo va a gobernar en favor de las elites y en detrimento de los más necesitados, para así agudizar las contradicciones y gatillar una lucha de clases.
Que no nos sorprenda que, en estos próximos meses, aquellos que en las elecciones presidenciales nos decían que no iba a pasar nada si votábamos por Castillo, ahora los veamos diciendo que Rafael López Aliaga va a destruir la ciudad de Lima y que tiene que ser vacado del cargo por cualquier artimaña que se les ocurra. Incluso, algunos ya están intentando deslegitimar la elección municipal, al afirmar que nunca se había escogido a un alcalde de Lima con tan pocos votos en toda la historia, o que la elección tiene que hacerse de nuevo por la nulidad de los resultados en Lince.
Lo que queda claro es que la izquierda tiene un nuevo chancho de paja que quemar ante la opinión pública por un buen tiempo. Estamos avisados.
 
				