Aunque la semana empezó con una buena noticia, el archivamiento de la denuncia constitucional contra Manuel Merino, Antero Florez-Aráoz y Gastón Rodríguez, esta se vio contaminada, una vez más, por las denuncias y revelaciones sobre actos de corrupción muy graves que serían liderados por el propio presidente de la República.
En la reacción del gobierno (presidente, ministros, bancada y aliados políticos y mediáticos) no deja de haber una dosis de cinismo. Saben que el camino de la vacancia o la destitución pasa por la Constitución que instrumentaliza en el Congreso el vehículo que despojará del poder al mandatario. Y saben que en el Congreso, por el momento, no cuentan ni con el liderazgo ni los votos necesarios para desalojar de Palacio a Pedro Castillo. Pero también saben que están atravesando un momento terminal, que la salida está más cerca que lejos, por eso están buscando alternativas para no perder el poder y esa alternativa tiene nombre y apellido: Dina Boluarte.
La señora Boluarte enfrenta también una denuncia constitucional que, por los antecedentes, culminará en su destitución. Sin embargo, los plazos y la culminación de la legislatura abonan en tiempo a su favor. Ese periodo pretende ser aprovechado por aquellos que quieren permanecer en el poder acelerando la caída de Castillo, a quien consideran insalvable. La caída de Castillo en estos días sería la campana salvadora de Boluarte. Por eso es que leemos y escuchamos a oficiosos abogados y periodistas pedir la salida de Pedro Castillo.
No dudo que esta artimaña profundizaría la crisis, fortalecería a Cerron e impulsaría su agenda de convocatoria a la Asamblea Constituyente. La solución es no caer en el juego, luego de un acuerdo político prescindir de Castillo y Boluarte y convocar a elecciones generales. No hay otra salida.