Seguramente inspirados en el pedido de renuncia que le hiciera un grupo de ministros importantes y parlamentarios a Boris Johnson, primer ministro en funciones del Reino Unido, un grupo de ciudadanos, por estos lares, ha hecho lo mismo, pero no en persona como en Inglaterra, sino a través de un comunicado pidiendo al presidente Castillo que renuncie o destituya a su presidente del Consejo de Ministros: Aníbal Torres. Se suman así a los pedidos hechos en las redes sociales por un amplio grupo de congresistas que, indignados por las declaraciones de Torres minimizando la eficacia de nuestras Fuerzas Armadas en relación a los informales ronderos, le han exigido que renuncie.
Algunos dirán que no vale la pena comparar la eficiencia y el profesionalismo de la política británica con aquello en lo que se ha convertido, gracias a las reformas, los partidos y las universidades, el ecosistema político local. Creo que sí vale la pena, pues el deterioro que vivimos es consecuencia de una serie de razones en las cuales la política es una de las causas principales, pero no la única protagonista.
En el Perú los políticos representantes no son conscientes del poder que tienen amparado en la Constitución. En lugar de ejercerlo, en este caso para evitar que el país se siga hundiendo, prefieren silbar o desviar la atención para conservar sus curules los cuatro años que faltan. Es un secreto a voces que muchos hemos conocido de fuente directa. El gobierno lo sabe. Es por ello que, siendo consciente de la debilidad de voluntad y firmeza de la mayoría de los congresistas, se dedica a comprar una minoría que impida la obtención de los votos necesarios para la vacancia. Esa actitud se combate con un liderazgo firme, es decir, un parlamentario o grupo de parlamentarios que se dedique a tejer la red de alianzas necesarias para acabar con el caos que representa Pedro Castillo. Pero ese liderazgo no existe. Los parlamentarios han optado por la micropolítica de eslóganes y fuegos artificiales, por las redes sociales con sus mensajes efímeros y la fama tan inmediata como pasajera y sobre todo por una política de tertulia, de comentarios, de opinólogos que a nada conlleva. Eso Pedro Castillo y su entorno de asesores locales y extranjeros lo saben. De allí que actúen con cinismo y desprecio hacia el Parlamento.
En ese sentido, la única propuesta válida, por constitucional y realista, es exigirle al Congreso que haga su trabajo, que se dejen de exhortar renuncias y más bien se aboquen a construir un acuerdo político que vaque y destituya a Pedro Castillo y Dina Boluarte. No hay otra forma.
