Escrito por 11:37 Opinión

El síndrome Zapping, por Alfredo Gildemeister

Aún recuerdo el viejo televisor con cuatro patas que teníamos en mi casa cuando era un niño y que emitía en blanco y negro. Uno rotaba un pequeño botón y se prendía. Tenía su “antena de conejo”, la cual constituía un verdadero problema ya que uno tenía que pararse del sofá varias veces, encomendarse a todos los santos para “acomodar” los dos palos o antenas de conejo, moviéndolos para todas partes, hasta que la imagen por fin se viera con claridad.

Si bien el menú de canales no pasaba de cinco o seis cuando mucho, lo pesado era que cada vez que se quería cambiar de canal o subir o bajar el volumen, uno tenía que ponerse de pie, caminar hasta el televisor, cambiar el canal y regresar a sentarse (demasiado esfuerzo para alguien de hoy). Obviamente que cuando se veía televisión en familia, nadie quería levantarse del sofá, hasta que mi padre o mi madre daba una orden y uno obedientemente se paraba y cambiaba el canal. Así vivíamos, aunque no lo crean hoy los milenials, generaciones Z, X, alfa y demás letras.

Años más tarde, llegó la televisión a colores a Lima —recuerdo especialmente la famosa Sony Trinitron, que algunos con suerte importaban de Miami— y los que teníamos la suerte de tener algún amigo con TV a colores, pudimos ver en 1978 a nuestra selección peruana jugar en el campeonato mundial de futbol de Argentina. ¡Hasta que mis padres también se trajeron su TV! El día que llegó la TV a colores a mi casa no lo podíamos creer. ¡Ver los dibujos animados y nuestras series favoritas a colores! ¡Era increíble! Descubrimos que ¡Pablo Marmol era rubio y el traje de Batman negro y plomo, Robin con capa amarilla y los Monsters tenían la cara verde! Cuantas sorpresas agradables y también desilusiones al ver como eran en realidad los protagonistas de los programas y telenovelas nacionales o ver al Tío Johnny pelirrojo y conocer quién era rubio, moreno, canoso, etc.

Con la TV nos vino un curioso y hermoso aparatito color plateado y negro con botoncitos —alguno de colores— denominado “control remoto” (CR). Además del televisor, fue lo que más nos gustó. ¡Ya no tenías que pararte para cambiar los canales o subir el volumen! ¡Un gran paso para la humanidad diría Neil Armstrong! Además, el televisor ya tenía solo botoncitos, ya no las duras rueditas para prenderlo o cambiar los canales. ¡Una maravilla! Pues bien, este maravilloso aparatito revolucionó en muchos aspectos la vida de las personas en los hogares. De arranque nos volvió más sedentarios, por no decir flojos. Uno no se sentaba en el sofá frente al TV, se recostaba, despatarraba o echaba patas arriba en el sofá a ver televisión y solo se limitaba a estirar su bracito y apretar los botones del CR, como aun sucede hoy en día. Si una serie, película o dibujo animado no te gustaba en los siguientes cinco segundos, ¡Zas!, lo cambiabas al siguiente canal y listo. Esta interesante “práctica” aún se da hoy.  

Sin embargo, esta curiosa práctica de cambiar canales con el CR, hoy denominado “zapping”, tendría serias consecuencias en el ser humano de finales del siglo XX y principios del XXI. En primer lugar, la TV crea adicción. Mas aún hoy con la posibilidad de acceder a cientos de canales, que en realidad no necesitas, pero que “debes tenerlos”. La TV por cable, privada y demás formas de acceso a cientos de canales te permite acceder a todo: películas, series, dibujos animados, deportes, noticias, etc. Obviamente que a esta adicción hay que agregarles la adicción a las redes sociales, internet, celulares, tablets, etc. pantallas y más pantallas, pero ese ya es otro problema.  Continuando con la TV y su CR, el fenómeno zapping no es otra cosa que en palabras del psiquiatra Enrique Rojas: “la posibilidad de entretenerse cambiando de canal sucesivamente”. Al telespectador de zapping le interesa todo y nada a la vez. Solo desea pasar el rato sin complicarse la vida.

¿Qué significado tiene este fenómeno llamado síndrome del zapping? ¿Por qué se produce esto? En primer lugar, representa una forma de consumo. Definitivamente la avidez —por no decir ansiedad— por nuevas sensaciones e imágenes gracias al CR es algo que gusta: pasar de una película a una serie, luego a un concurso y terminar en un debate, etc. En segundo lugar, el zapping significa —ya lo habíamos adelantado— un interés por todo y por nada, cosa que termina en el fondo, en una total insatisfacción. Nada gusta, nada te llena, nada te satisface. Siempre con el CR a la búsqueda de nuevas sensaciones. Quieres abarcarlo y verlo todo, que nada se te escape. Algo tiene que detener esa actividad frenética con el CR, el cual no es fácil pues no se encuentra por lo general aquello que te llena o en todo caso que te “entretenga” por unos minutos. Esta “experiencia” deja en el fondo una sensación de vacío y descontento. Nada te sacia. En tercer lugar, se produce una especie de “bulimia de novedades”, buscando no se sabe qué exactamente, casi con desesperación, dejando en tu memoria visual una colección de imágenes instantáneas fugaces que no dejan huella: muchas imágenes y poca consistencia, exceso de información y escasa posibilidad de hacer síntesis de todo, terminando en nada. Por último, no podemos negar que el CR tiene un efecto sedante. Una especie de droga que ayuda a conciliar el sueño.

En resumen, en el síndrome zapping no hay el menor acto de voluntad o esfuerzo. Es la regla máxima del “super – mínimo- esfuerzo”, de “pasar – el – rato”, el estar permanentemente distraído, que pase el tiempo sin más. Constituye en palabras de Rojas “la evasión a través del mundo de la fantasía de las imágenes que van entrando por los ojos y llegan a la cabeza, pero sin archivarse, dada su rápida sucesión y su falta de conexión”.

Finalmente podemos casi decir que el CR hoy constituye el “chupete del adulto”. Quien tiene el CR tiene el poder y lo ejerce a su plena voluntad. ¡Cuántas discusiones familiares y entre esposos, sólo por tener el CR! Cuando el zapping se hace crónico se termina tendiendo más a ver TV basura: brutalidad descarnada (sangre, sexo), películas, series y telenovelas pobres de calidad, amorales, sin valores, de ínfima calidad; concursos triviales e insustanciales en donde el morbo prima y lo cultural se descarta; debates con “invitados” faranduleros de opiniones tan vacías y sin fundamento alguno que el telespectador termina confundido, desinformado y decepcionado. En pocas palabras, tenemos la “cultura del aburrimiento”. Si a esto le añadimos la adicción por las pantallas tipo celulares con su alta dosis de video juegos, redes sociales, etc. no quiero ni pensar en lo que se convertirá —¿o ya se convirtió?— el ser humano del siglo XXI. De allí que los que viven varias horas al día con el CR en la mano frente a la TV —por lo general en las noches o fines de semana— terminaran, gracias al zapping, robotizados, pasivos, acríticos y con poca o ninguna inquietud cultural. Será la muerte del pensamiento crítico y el triunfo de la pasividad y -porque no decirlo- de la “vulgaridad intelectual”. ¡Mejor cambio de canal!

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Etiquetas: , , , , , Last modified: 22 de noviembre de 2025
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