Escrito por 07:21 Editorial

El fin de la historia y el fiscal corrupto

Esta semana, un hecho que ha pasado convenientemente desapercibido: el caso de Henry Amenábar. El fiscal adjunto provincial Henry Amenábar —mano derecha de José Domingo Pérez en las labores del Equipo Especial Lava Jato—, fue detenido en flagrancia el pasado miércoles por la Policía y el Ministerio Público luego de ser sorprendido recibiendo un presunto soborno de 3 mil dólares en el baño de un centro comercial en Miraflores. La investigación apunta a que Amenábar habría exigido inicialmente 20 mil dólares a un investigado por estafa con la promesa de archivar su caso a cambio del dinero.

Tras la denuncia del investigado, agentes anticorrupción montaron un operativo encubierto, fotografiaron los billetes marcados y lo intervinieron cuando ya tenía en su poder los 3 mil dólares.

Pero, la pregunta resulta inevitable: ¿quién es Henry Amenábar? ¿qué importancia tiene?

El ahora exfiscal fue el hombre encarado de dirigir las intempestivas incursiones a la casa de Alan García bajo la presunción de lavado de activos. Aquella mañana del 17 de abril de 2019, en la que —a pesar del supuesto hermetismo que el Equipo Especial nos vendió— una camioneta de Cuarto Poder había madrugado frente a la residencia del expresidente, fue Amenábar quien condujo al grupo de fiscales y al equipo de Harvey Colchado.

Ricardo Pinedo, exsecretario de García, ha narrado con indignación cómo, incluso horas después de confirmarse la muerte del expresidente, Amenábar y su equipo se sentaron a almorzar en el comedor principal de la casa del líder aprista, entre risas y celebraciones. Más tarde, cuando la familia necesitó ingresar para retirar un terno y vestir el cuerpo, Amenábar y su equipo se los impidieron. Colchado incluso intentó detener a Pinedo y a otros familiares bajo el argumento de un supuesto “intento de alterar la escena del crimen”.

Tras la muerte de García, fueron Amenábar y Domingo Pérez quienes insistieron en regresar a la vivienda del exmandatario en busca de “más pruebas”; la especialidad del Equipo Especial: mantener los casos abiertos indefinidamente.

Lo ocurrido esta semana, tras el operativo que lo encuentra flagrante vergonzosamente en el baño de un centro comercial, difícilmente puede separarse de la conducta que Amenábar ha exhibido a lo largo de su carrera en el Ministerio Público. ¿Vamos a creer de pronto que el señor se volvió corrupto recién en los últimos meses? ¿Vamos a suponer que las prácticas de extorsión a investigados —bajo la amenaza del archivo o la reactivación de carpetas fiscales— no son mañas aprendidas en las altas cúpulas del poder fiscal? Mismas que vimos en las fiscales Rocío Sánchez y Sandra Castro en el caso Cuellos Blancos.

De pronto, aparece un factor común en el entorno de Amenábar: cuentas que no cuadran. Su propio jefe, José Domingo Pérez, viene siendo investigado por presunto desbalance patrimonial que, después de un año, aún no logra aclarar. Rafael Vela Barba, por su parte, posee una vivienda de alto valor en La Planicie, con una piscina amplia y pisos de mármol renovados con frecuencia.

Este caso reafirma las sospechas sobre la integridad no solo de quienes dirigieron la diligencia que terminó con la muerte del líder aprista en 2019, sino de quienes se presentaron ante el país como la gran cruzada anticorrupción de América Latina. Hoy viajan por el continente dictando conferencias y posando ante la prensa por sus supuestos “éxitos”, que en el Perú conocemos como lo que realmente son: costosísimos fracasos.

Quizá el verdadero motivo por el que la mayoría de medios ha evitado poner el foco en este hecho gravitante no es otro que la culpa. Recuerdan que fueron ellos quienes, en 2018, elevaron a Domingo Pérez como “hombre del año”, incluso por encima de Ricardo Gareca. Tal vez prefieren que el escándalo pase inadvertido porque, en el fondo, saben que pusieron sus espacios, micrófonos y cámaras al servicio de construir estatuas de barro, o de mugre.

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Etiquetas: , , , , , , , , Last modified: 16 de diciembre de 2025
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