El pasado 7 de diciembre Pedro Castillo apostó por el todo al intentar disolver el Congreso de la República, pidiendo que se intervengan todas las instituciones jurisdiccionales del país, incluyendo al Poder Judicial, Fiscalía de la Nación y Tribunal Constitucional, y convocando el llamado a una Asamblea Constituyente; que le permita consagrarse como un dictador bajo un nuevo ordenamiento jurídico hecho a su medida.
Décadas de superioridad moral de la izquierda peruana, que se ufanaba de tener una convicción inquebrantable de defensa de la democracia, al haberle hecho frente al golpismo fujimorista, se esfumaron en un instante. LOS GOLPISTAS AHORA SON ELLOS.
En lo que podría ser el golpe de Estado más corto de la región latinoamericana y posiblemente el mundo entero, Pedro Castillo fue incapaz de convencer a las fuerzas del orden, incluyendo a la PNP y a las Fuerzas Armadas, de que lo apoyen en su escaramuza revolucionaria.
Incluso, sus propias escoltas, para salvarse el pellejo (como sacado de una escena de la serie Juego de Tronos) lo terminaron entregando a las autoridades para ser arrestado, cinco minutos después de que haya sido vacado, mientras intentaba huir a la embajada de México para asilarse, bajo la protección de AMLO.
Sin embargo, el error ha sido pensar que el golpe de estado perpetuado por Castillo terminó ahí. Les demoró un par de días organizarse, pero las células de la izquierda radical más militante del país han empezado a ejecutar un plan cuasi militar para subvertir la paz social en el país, e inflamar la situación política.
Las personas normales marchan en las plazas y calles; sin embargo, la izquierda militante lleva a cabo maniobras estratégicas para infundir terror, atacando infraestructuras clave, como aeropuertos, canales de televisión, juzgados, comisarías, municipios, fábricas de productos básicos como leche y lo que consideren necesario.
Reconocen que su líder cayó, y su agenda fracaso, pero no se la quieren dejar fácil a las fuerzas del bloque democrático. Saben que si es que se quedan callados y no hacen nada para intentar reivindicar el golpe castillista, perderán por muchos años la legitimidad política, de poder impulsar su tan ansiada asamblea constituyente, y la instauración de un régimen político socialista, autoritario por naturaleza.
Sin embargo, lo más preocupante, es la conducta del bloque internacional que le es favorable al golpe de Castillo, que sigue en curso hasta el día de hoy. Desde los países de la Unión Europea que sacaron un comunicado incomprensible respecto a la situación de nuestro país, hasta el bloque de Bolivia, México, Argentina y Colombia que de manera directa han desconocido la legitimidad del gobierno de Dina Boluarte, podemos ver que la consigna de la izquierda internacional es darle un baño de legitimidad a Pedro Castillo, para intentar mitigar su difícil situación.
Que este apoyo sirva como un claro ejemplo de la falta de convicción democrática que tiene la izquierda en la región latinoamericana. Con la excepción del Chile de Boric, pareciera que todos nuestros vecinos izquierdistas están abiertamente interviniendo en nuestra política local para legitimar un clarísimo golpe de estado y él quiebre del orden constitucional. Si así se comportan respecto al Perú, es probable que tengan ansias de replicar las mismas tácticas antidemocráticas dentro de cada uno de sus países.
Al final del día, Castillo confirmó los temores que millones de peruanos teníamos sobre su gobierno, no solo fue incompetente y corrupto, sino que termino siendo un tirano de película e incluso desde la cárcel sigue incentivando a sus huestes a continuar generando estragos por todo el país.
Pero también que esta crisis sirva para darnos cuenta de que la izquierda en Latinoamérica es golpista y no tiene nada de democrática.
 
				