Los congresistas Tudela y Cavero han presentado un proyecto de ley para que el voto sea voluntario en el Perú. Si bien esta idea puede estar llena de buenas intenciones y principios correctos, es un mal momento para el país pasar a debatir un asunto que invoque a una reforma tan sólo parcial y acotada de nuestro sistema electoral.
Nadie rechaza, como bien dice el proyecto de ley, que la existencia de un derecho también implica que el sujeto pueda elegir cuándo lo ejercerá; sin embargo, en los fundamentos de la propuesta se hicieron conclusiones apresuradas. La obligatoriedad del voto no ha mermado la legitimidad de los representantes por el “antivoto” plasmado; lo ha hecho la falta de cultura y educación cívico-democrática.
El “antivoto” existe porque las personas no saben qué representa el cargo por el cual están votando. Lo ven como un antagonismo, una dialéctica entre dos posturas distintas. Si no se entiende la institución, solo importan los personajes o los rostros. No hay otra forma de explicar cómo es que una región como Arequipa termina votando en 2016 por una candidatura promercado y oligárquica limeña, como lo fue en segunda vuelta PPK.
Hay que resaltar que tenemos a una izquierda mafiosa que ha llegado de manera no poco sospechosa a Palacio de Gobierno. En Venezuela y Nicaragua, países con sistema de voto voluntario, viene gobernando la izquierda radical adherida al Foro de Sao Paulo desde hace décadas. Según el politólogo venezolano radicado en Perú, Aldo de Vivo “las políticas populistas implementadas por el Pacto de Puntofijo en 1958 abrieron la abundante riqueza venezolana a medidas clientelistas que beneficiaron a la casta política, y empezaron con la compra de votos y de consciencia. El voto en el año 98 hacia Chávez fue un castigo hacia esta misma casta política que estaba empezando a quebrar el país.”
El voto voluntario fue una herramienta del chavismo, al canalizar el descontento popular que existía por el alto desempleo en los estratos más bajos de la sociedad. En un contexto de un partido oficialista como Perú Libre, que ha anunciado que están captando 170 mil nuevos afiliados, es altamente probable que los nuevos votantes serán militantes, bien obedientes al clientelismo y ávidos de dádivas estatales.
Hay una imperiosa necesidad de una reforma mucho más profunda de nuestro sistema electoral. El pasar a un sistema de distritos uninominales, renovación por mitades de nuestro Congreso y la eliminación del voto preferencial -lo que sí se incluye este proyecto de ley-, pueden remediar de modo más eficaz la falta de representación en nuestras instituciones públicas. Esto debe estar acompañado de una mayor preocupación en el fomento de la educación cívica para entender por qué votamos y sus implicancias.
 
				