Escrito por 18:30 Opinión

¿Un progre no identificado?, por Patricio Krateil

A raíz del fenómeno de la figura de Milei y, en esencia, del crecimiento de la corriente política de derecha tanto a nivel regional como internacional, han emergido ciertas tendencias apáticas o directamente críticas a este movimiento. A pesar de que la semana pasada ya abordé en una de mis columnas el tema de aquellos argentinos que, a pesar de autodenominarse liberales, no respaldan o critican abiertamente a Javier Milei, considero que ahora sería apropiado ahondar más en profundidad en este fenómeno.

El filósofo marxista Herbert Marcuse, perteneciente a la Escuela de Frankfurt, anticipó este asunto en uno de sus textos, expresando: “El enemigo ya ha establecido su ‘quinta columna’ dentro del mundo limpio: los individuos de tendencia libre y los hippies, junto con aquellos que exhiben cabello largo, barbas y visten de manera descuidada; aquellos que se muestran promiscuos y se toman libertades que están vedadas para los individuos pulcros y ordenados”. Con esto como preámbulo, se ilustra en cierta medida cómo un sector del liberalismo, posiblemente sin estar consciente de ello o por únicamente leer solo sus propias perspectivas, se convierte de alguna manera en agente funcional de la izquierda.

En muchos círculos liberales o de derecha, a estos personajes se les conoce coloquialmente como “liberprogres”. La pregunta que surge de manera inmediata es: ¿qué es realmente un liberprogre? A continuación, intentaré explorar los aspectos esenciales que caracterizan a este grupo de intelectuales.

En primer lugar, creería que una de las características inherentes a este grupo político es la frágil diferenciación entre el, como diría Benegas Lynch, “respeto irrestricto por los proyectos de vida del prójimo” y la identificación ética de ciertos valores y virtudes que han de ser favorables a la persona. Dicho de otra manera, veo una confusión entre respetar (no instrumentalizar) al prójimo en sus decisiones de vida y la neutralidad de emitir un juicio de valor respecto a lo mejor para cada persona.

Si bien, como describe el libertario Robert Nozick, el liberalismo (o libertarianismo) es un sistema de mínimos comunes para la mejor socialización de sus individuos, es coherente también resaltar qué virtudes o valores son en esencia los más coherentes con el ser humano. Esto conlleva a que muchos liberales denominados “liberprogres” acepten sin ningún juicio previo toda conjunción de actos no coercitivos sin evaluación moral o racional previa.

En segundo lugar, agregaría que otro problema de los liberprogres es que han aceptado acríticamente muchas de las nuevas tendencias del mundo académico; por ejemplo, la filosofía estructuralista. En ese sentido, es relevante resaltar que centran su discurso en temas económicos (que no son erróneos) y en concepciones políticas favorables a la libertad.

Sin embargo, en asuntos donde no necesariamente yace la coerción directa —como la teoría queer, la leyenda negra de la Hispanidad o la teoría crítica de la raza— adoptan posturas muy políticamente correctas. En esencia, dado que el cuerpo político liberal prioriza la no coerción, estas nuevas tendencias pueden ser a priori aceptadas e incluso incorporadas a una perspectiva liberal. En otras palabras, mientras el Estado no utilice fondos públicos para imponer sanciones, regulaciones o dogmas educativos en dichos temas, su existencia no les incomoda ni les genera preocupación, a pesar de su sustancial carácter colectivista y su poco —o nulo— respaldo científico.

Finalmente, otro punto importante es la poca lectura que se le da a filósofos o intelectuales posmarxistas. Hay una fijación —que no está mal— en seguir luchando con Karl Marx. Sin embargo, me he percatado muchas veces de que no se detienen a analizar sus variaciones o nuevas conjunciones.

Por ejemplo, tenemos la Escuela de Frankfurt, que hace un revisionismo marxista con una serie de influencias del psicoanálisis, o encontramos también corrientes constructivistas que se ven sumamente influenciadas por la dialéctica y la idea de lucha social. En ese aspecto, al no indagar mucho en aquellos espacios intelectuales que han bebido del marxismo, pero no únicamente de la idea de valor-trabajo y la plusvalía, resulta entonces difícil identificar muchas de las nuevas estrategias o retóricas que usa la izquierda.

El problema con los famosos “liberprogres” no es, en última instancia, que no puedan sentir cierta empatía por grupos sociales históricamente desfavorecidos ni su forma de expresar sus ideas más políticamente correctas, sino que suelen cruzar la delgada línea entre el liberalismo light y el progresismo operativo al socialismo.

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Etiquetas: , , , , , Last modified: 5 de noviembre de 2025
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