Escrito por 11:20 Opinión

La danza de los impecables

Si uno se dejara llevar por el entusiasmo digital, pensaría que el Perú ha entrado en una etapa superior de conciencia cívica. Que las redes, de pronto, se purificaron y los ciudadanos decidieron, en un arrebato de lucidez colectiva, dejar de votar por los corruptos de siempre. Pero la etiqueta #PorEstosNo no es un acto de iluminación popular. Cuidado. Es la típica liturgia política que busca cubrir la ambición de siempre: cuotas de poder. De lo contrario, podrían sufrir asfixia moral, lesiones económicas, y fiebre ideológica. ¿Y quiénes encabezan este carnaval? Los mismos de siempre.

Por supuesto, la materia prima existe. Los tres poderes del Estado han contribuido a descomponer el sistema: el Congreso con su mediocridad estructural, el Ejecutivo con su voracidad de poder, y el Poder Judicial con su servilismo e impunidad. Esa corrupción sistémica ha desgastado el sentido del voto y fracturado la confianza del ciudadano común.

Pero el punto no es negar esa realidad, sino entender quién capitaliza el descontento. El relato suena virtuoso —“no repitamos a los mismos”—, pero su arquitectura es una vieja conocida.

Los mismos que pasaron años justificando a gobiernos nefastos, que persiguieron jueces, colonizaron universidades y destruyeron instituciones con el pretexto de “limpiar la política”, ahora han cambiado de táctica. Ya no cazan instituciones: cazan personas. Ya no buscan vaciar el Estado, sino rearmar el tablero con nuevos nombres que repitan su ideología.

En cristiano, quieren destruir el templo, a sus inquilinos y luego nos venderán entradas para rezar entre ruinas.

Ahora usan como arma esta campaña del #PorEstosNo. Incluso le han creado un santuario digital (con el mismo nombre) que, bajo el disfraz de transparencia, selecciona convenientemente sus blancos. Ahí aparecen, uno por uno, los sospechosos de siempre: Phillip Butters, Rafael López Aliaga, César Acuña, Keiko Fujimori, Patricia Benavides, José Jerí, Dina Boluarte. Y para parecer equilibrados incluyen a Vladimir Cerrón y hasta a Martín Vizcarra. El sesgo es evidente: la metralla se concentra en los adversarios ideológicos de la izquierda, mientras sus viejos aliados, los “moderados” de siempre, desaparecen del mapa.

Esa plataforma, por supuesto, no está sola. A su alrededor orbitan cuentas satélites como Generación Z o Por Estos No Oficial, todas repitiendo la misma cantaleta con estética juvenil, lenguaje moralista y la promesa de “una nueva política”.

Entre los apóstoles de esta campaña figura Rosa María Palacios, que en plena marcha violenta del 15 de octubre afirmó que “una bomba molotov no daña”.Así se predica la decencia en el siglo XXI: con un cóctel molotov en la mano y una sonrisa en streaming.

En esta lista de predicadores también está Diego Pomareda, ex asesor de la congresista morada Flor Pablo, quien ahora emerge como el nuevo clérigo de la ética pública, el nuevo fiscal de la República.

Pero su discurso no busca reformar: busca dividir. Parte de una premisa cierta —el Congreso ha cometido errores graves— y a partir de ahí construye una generalización emocional que polariza al país con precisión quirúrgica. Su principal bandera, la lucha contra las llamadas “leyes pro-crimen”, lo pone en evidencia. Porque, como bien explica el penalista César Nakazaki en Lampadia, esas leyes no buscan favorecer al delito, sino restablecer el equilibrio entre Ministerio Público, Poder Judicial y defensa, después de años de abusos procesales, prisiones preventivas desmedidas y juicios eternos.

Pero Pomareda, fiel al molde morado, omite esa parte. Prefiere la narrativa simplificada: “Congreso igual a corrupción”. Así convierte una discusión técnica en una consigna política.

La estrategia es clara. Los caviares, maestros en fabricar consensos morales, usan el descrédito del sistema para reencarnar su proyecto ideológico. Cada “por estos no” es en realidad un “por los míos sí”. Y cuando llegue el momento, aparecerá el candidato “independiente”, “limpio”, “ciudadano”, cuidadosamente nutrido por ese mismo aparato comunicacional. El guion ya está escrito: indignación, purga, redención.

Sí, el país necesita una depuración. Pero no una misa dirigida por quienes viven de administrar la culpa ajena. El Perú no requiere charlatanes: requiere ciudadanos conscientes de que la ética no se subcontrata. Porque cuando los mismos que aplaudieron el derrumbe hoy ofrecen reconstrucción, lo que hay no es redención, sino negocio.

#PorEstosNo es parte de la misma franquicia moral. Así que cuidado con querer comprarle sus falsos certificados de pureza.

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Etiquetas: , , , , , Last modified: 24 de octubre de 2025
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