Semana rica en acontecimientos, la que hoy concluye.
Uno: Empezado el jueves los peruanos nos dimos con la sorpresa que la vacancia de la Presidente, fantasma que siempre rondó Palacio de Gobierno, se haría, probablemente, realidad. ¿Qué había cambiado para que los partidos políticos que antes la sostenían cambien bruscamente de parecer? En realidad, poco, excepto nuevos eventos de criminalidad, cada día más audaces, pero que son más de lo mismo. El problema para Dina es que, apartar a las pocas figuras con peso propio que pasaron por sus gabinetes, declaraciones poco afortunadas, viajes innecesarios, etcétera, la dejaron huérfana de apoyos, no habiendo ningún valiente dispuesto a defenderla. El problema para el Perú que su destitución exprés hace poco por restaurar nuestra mellada institucionalidad, agravando el espiral destructivo que se disparó en tiempos de Humala, cuando este y su cónyuge, soltaron a sus mastines de la Comisión Tejada, sin darse cuenta qué cosecharían en carne propia los frutos de la persecución que estaban desencadenando. Menoscabada la figura presidencial, ahora a todos los inquilinos de Palacio les persigue la maldición de una carcelería real o inminente. Así mismo, después del proceso de vacancia de PPK y su renuncia, los gobiernos no se sostienen. Esperemos que los eventos de la noche del jueves y madrugada del viernes no impidan un proceso electoral ordenado y la eventual formación de un nuevo gobierno dedicado al restablecimiento del Estado Republicano de Derecho, la seguridad pública y finiquitar los afanes de hacer ingobernable al Perú.
Dos: Se anunció el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, la valiente líder de la oposición al narco régimen de Nicolás Maduro. En esta ocasión, se ha buscado respaldarla moralmente frente al cartel del narcotráfico que controla Venezuela. El Nobel a Machado es justo y merecido, como no lo fue el otorgado a Obama en los prolegómenos de su gobierno, sólo por no ser Bush. Al respecto, Trump ha tenido declaraciones típicamente trumpianas que apuntan a comparar sus logros a favor de la pacificación – el reciente acuerdo sobre Gaza – con los de su nobel predecesor, que tuvo ninguno. Más allá que Trump se crea merecedor del Nobel y que la señora Machado se lo haya expresado, el hecho es que Estados Unidos está ejerciendo enorme presión sobre Caracas. Por ahora las víctimas inmediatas son peones intercambiables de la organización criminal de Maduro y Diosdado, dejando en el aire la duda si en el futuro apuntarán a los dueños del circo y no, parafraseando el viejo refrán, a los payasos.
Tercero: Se anunció un acuerdo de paz para Gaza, en contra del deseo de Netanyahu, Hamas y con la intermediación de los principales países árabes. Está por verse si este se ejecuta, pero, si eso ocurre, el éxito logrado por el actual ocupante de la Casa Blanca sería enorme, acrecentando el odio visceral que provoca en sus detractores demócratas. Además, representaría la más absoluta derrota de la agenda maximalista palestina y su reemplazo por otra pragmática, impuesta por Washington verticalmente, como lo hicieron en su momento con Alemania y Japón al terminar la Segunda Guerra Mundial. Mientras este acuerdo se cocinaba, Francia, Inglaterra y Canadá alentaban el reconocimiento de Palestina como estado, saboteándolo, al premiar el comportamiento recalcitrante de Hamas y el desinterés de la Autoridad Nacional Palestina en un verdadero acuerdo de paz (si no me creen, escuchen a Bill Clinton hablando al respecto). Además de proyectar irrelevancia, Macron y Starmer nada ganaron con su postura, pues tanto Israel como sus vecinos están en otra línea, hartos del desestabilizador extremismo palestino. En lo interno enfrentan enormes desafíos; la caída de gabinetes en Francia se sucede con mayor precipitación que vacancia presidencial peruana. En Inglaterra, el Partido Conservador, corre el riesgo de ser desplazado por Reform UK, de la misma forma que hace cien años laboristas reemplazaron al antiguo Partido Liberal; pero esto ya sería materia de otro artículo.
Cuarto: Los vientos de guerra no se calman en Europa y la Casa Blanca ha dado un giro de ciento ochenta grados en su posición frente a Putin. Hasta hace poco Trump parecía dispuesto a tomar todo tipo de riesgos para tenderle puentes de plata al autócrata moscovita, pero este los ha desdeñado, dejando claro su desinterés y que su objetivo es demostrar la inutilidad de la OTAN y de los Estados Unidos como aliado. La respuesta de Trump ha sido proveer nuevas armas a los ucranianos y levantar las restricciones sobre su utilización, permitiendo que ataquen el interior ruso de manera casi impune. Digo casi porque las represalias rusas apuntan a masacrar civiles ucranianos, que en lo estrictamente militar serían, aparentemente, inútiles.
Gracias