OpiniónMiércoles, 31 de mayo de 2023
Pizarro debe volver, por Joaquín de los Ríos

En los últimos tiempos, algunos individuos, privilegiados por la abundancia y la comodidad, juzgan a nuestros antepasados ignorando las circunstancias que vivieron. Piden borrar de la historia a figuras emblemáticas como Francisco Pizarro, desacreditando su legado y olvidando el papel fundamental que desempeñaron en el mestizaje entre hispanos y andinos, el punto de inicio de nuestra nación. Pizarro fue quien puso en marcha este proceso.

La estatua de Francisco Pizarro en el atrio de la Catedral de Lima fue removida sin mayor explicación. El regreso del Monumento de Francisco Pizarro a la Plaza de Armas de Lima sería un gesto significativo para fortalecer nuestra historia mestiza y reafirmar la importancia de reconocer el papel tan relevante que tuvo en la formación del Perú. Sería provechoso y valiente que el alcalde de Lima, Rafael López-Aliaga, devuelva a Pizarro su lugar en el corazón de la ciudad.

Dirijamos nuestra atención a Francisco Pizarro y también a don Francisco de Carbajal "Demonio de los Andes"; hombres que cabalgaron valientemente por los Andes, este último ya anciano, conquistando un imperio. Sin embargo, para aquellos que pretenden desmerecer su legado, pareciera que todos estos individuos fueran meros marchistas, sin méritos destacables.

Es necesario reflexionar sobre el papel de Francisco Pizarro, quien, prácticamente sin recursos, se aventuró hacia las entonces desconocidas Indias. A través de una serie de actos audaces, logró someter a un imperio que, siendo sinceros, también ejercía una tiranía sobre otros pueblos. Pero a diferencia de otros conquistadores, Pizarro no escogió el camino de la masacre y la opresión. Los españoles que llegaron a estas tierras se unieron a los nativos, contrajeron matrimonio con ellos y así nació el Perú, una tierra que representa la unión entre España y los Andes.

La figura de Francisco Pizarro y lo que él desencadenó merece ser reconocido. No se trata, simplemente, de honrar a un conquistador, sino de valorar el proceso de mestizaje y la construcción de una identidad peruana única. Y qué mejor lugar para recordar y reflexionar sobre esta historia que la Plaza Mayor de Lima, el epicentro de nuestro país, donde reside el poder temporal y donde Pizarro mismo fundó la ciudad.

No podemos permitir que la ignorancia y el infantilismo prevalezcan sobre el conocimiento y el respeto hacia nuestros antepasados. Francisco Pizarro y su legado merecen ser recordados y valorados en su justa medida, para comprender la complejidad de nuestra historia y construir una sociedad que se enriquezca de la verdadera diversidad cultural que nos define. Así, al actual alcalde de Lima se le presenta una oportunidad. Esperemos la coja.

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