Lo ocurrido ayer en Juliaca, donde el precandidato presidencial Phillip Butters fue agredido por un grupo de manifestantes, trasciende el mero incidente político: constituye un atentado contra la libertad de expresión y una amenaza directa al proceso electoral del 2026.
No se exagera al decir que el país se aproxima a un año decisivo para su destino. En consecuencia, el escenario político, polarizado por la abundante e inédita oferta electoral, se configura como un tablero de ajedrez lleno de rivalidades. En ese clima, resulta inadmisible que la contienda se inaugure con piedras, huevos y agua hirviendo, símbolos de una intolerancia que erosiona los cimientos de la democracia.
En una democracia, discrepar es un derecho. Es legítimo sentirse ofendido por las palabras de un periodista o por el discurso de un político. La respuesta consecuente, en el terreno de las ideas, consiste en ejercer la misma libertad: cambiar de canal, apagar la radio o dejar de leer un determinado diario. En el ámbito político, el mayor rechazo se expresa con el voto, o, si las circunstancias lo ameritan, mediante la protesta pacífica. Pero vale preguntarse: ¿qué hay de democrático en perseguir a un candidato con palos, ladrillos e insultos?
El resultado de lo ocurrido ayer en Puno es la censura de un cierto tipo de políticos en una región del país, que no necesariamente congenia ni suscribe en su totalidad las acciones de una turba de manifestantes que reaccionan con violencia ante todo lo que les genera rechazo.
La democracia no se mide por la unanimidad, sino por la madurez con la que se enfrenta la diferencia. Cuando el desacuerdo se convierte en odio, el debate desaparece, y con él, la posibilidad de construir un país verdaderamente libre.
Etiquetas: Avanza País, Juliaca, Libertad, Manifestantes, Phillip Butters, Puno, Violencia Last modified: 9 de octubre de 2025
¡Qué debate tan democrático tan caliente! Seamos sinceros, la solución final a los desacuerdos es simplemente apagar la tele y cambiar de canal… ¡o de candidato! En fin, que la violencia sea la respuesta preferida de algunos a la diversidad de opiniones es un verdadero bocadillo para la libertad. La democracia no es solo un derecho, ¡es una fiesta donde todos deben poder participar sin necesidad de piedras ni ladrillos! Cuando el debate se convierte en censura de una región completa, es hora de recordar: la tolerancia no significa que todos piensen igual, pero sí que todos puedan pensar sin mordaza. ¡Viva la madurez, viva la libertad… y viva la paciencia!