Vivimos una realidad muy dolorosa en estos momentos en nuestro país. Una realidad que revela nuevamente el fraccionamiento social, la impotencia y el descontento de la población con nuestros dirigentes.
Más allá de las posturas políticas, estamos viendo una carga muy fuerte en los peruanos, un grito que sale desde adentro, y que no es de ahorita, no es sólo por la vacancia, es por una impotencia contenida durante mucho tiempo, impotencia por constatar una y otra vez que nuestra sociedad no está orientada por personas que buscan el bien común de todos, que no contamos con autoridades que buscan un mejor futuro como sociedad, sino que estamos ante realidades donde las personas buscan su propio beneficio, sin importar que sea a costa de los demás. Impotencia por vivir constantemente en un ambiente de conflicto, donde todo es pelearse, darse la contra, obstruirse, tomar decisiones por grupos o partidos, en vez de por el país, por el bien, por todos.
Escuchamos constantemente que el problema es que no votamos bien, que tenemos que informarnos bien antes de votar; lo cual, si bien es cierto, no estoy tan seguro que sea la fuente del problema, pienso que el problema es mucho mayor, es más complejo que “escoger bien”, porque, aunque uno se informe bien, lo cierto es que no hay muchas opciones, y por lo que vemos, el histórico nos muestra que hace varias décadas que, quien llega al poder (y han llegado de distintas casas políticas), lo usa para su beneficio personal de manera inadecuada. Con esto no quiero generalizar, pero definitivamente es la tendencia.
No es gratuito ver a muchos jóvenes en las protestas, lo cual es entendible, porque los jóvenes muestran un poco más esa sensibilidad hacia aquello que intuyen que no está bien, muestra un poco su rebeldía (a veces bien manejada y a veces no tanto), pero rebeldía al fin frente a lo que no es justo, y, nuevamente, no me refiero a la vacancia o no vacancia, me refiero a que intuyen que hay algo que no está bien en la sociedad, en las autoridades, en las instituciones.
Esto nos lleva nuevamente a entender que el problema no es sólo un problema político, es fundamentalmente un problema de valores de nuestra sociedad. Tenemos una sociedad que no se está esforzando en formar valores sólidos y consistentes en sus ciudadanos, por lo tanto, eso se ve cosechado después y manifestado de manera palpable en nuestra política.
El hecho que cualquier persona pueda postular a un puesto público es, definitivamente un hecho democrático, pero a la vez nos pone en manos de oportunistas o personas que pueden llegar a dirigir nuestro país sin tener la preparación profesional, técnica o, lo que es peor, la formación humana y en valores que le permita entender su cargo realmente como un puesto de servicio.
¿Será que tenemos que optar por otro camino? Qué necesaria se hace una educación sólida, no sólo en lo académico (que ya es deficiente) sino en una visión distinta de la realidad, que enseñe horizonte, conciencia social, solidaridad, dignidad, entre otras cosas importantes. Qué necesaria es también una campaña consistente de conciencia de la propia humanidad, resaltando estos mismos valores. Qué interesante sería que existan instituciones dedicadas a formar a nuestros futuros políticos; instituciones sólidas que puedan servir como un camino de conciencia y preparación de lo que significa servir a la Patria, servir a los demás y, de paso, responder también a uno mismo, a la propia dignidad.
Si esto no sucede, si no iniciamos una campaña de transformación interior, personal y humana en nuestro país, por más que nos esforcemos en “votar bien”, creo que la situación no va a cambiar en un futuro próximo.