Escrito por 17:35 Opinión

Castillo y Cerrón: ¿Riña o ardid?, por Fernando Rospigliosi

Varios analistas y políticos piensan que la renuncia de Pedro Castillo a Perú Libre es una artimaña para hacer creer que están distanciados, pero que en realidad siguen muy unidos. Otros creen ver confirmadas sus ilusiones de una separación definitiva y, por tanto, renuevan sus esperanzas de ocupar nuevamente cargos en el Estado que dejarán despejados los secuaces de Vladimir Cerrón.

En verdad, la disputa entre las bandas de Castillo y Cerrón es muy real, y no es ninguna novedad que distintas facciones de las izquierdas peleen entre sí. Lo raro sería que no fuera así. El asunto es, ¿hasta dónde estarán dispuestos a ir en esta disputa? Porque finalmente, ambos saben que están en el mismo barco y que si este naufraga se hundirán los dos.

Desde el primer día del catastrófico gobierno que padece el Perú fue visible el forcejeo entre dos de las gavillas que se encaramaron en el gobierno, la de los chotanos y la de los dinámicos del centro. Cuando juró el primer desastroso gabinete, encabezado por el impresentable Guido Bellido, el veto de Cerrón impidió que lo hicieran Aníbal Torres y Pedro Francke, el chotano en Justicia y el seguidor de Verónika Mendoza en Economía. Al final de la pugna ambos ocuparon esos ministerios. Los cabecillas de ambas pandillas transaron, pero fue una victoria de Castillo, y el comienzo de un permanente conflicto que no ha cesado hasta ahora.

Siempre los caudillos de las facciones izquierdistas han disputado entre ellos el liderazgo y, cuando han tenido la oportunidad, los cargos en cualquier institución del Estado. E invariablemente han tratado de enmascarar esas reyertas, que son por el poder, los puestos y el dinero, con supuestas discrepancias ideológicas y políticas, que a veces existen, pero que casi siempre son solo pretextos para disfrazar los más mezquinos intereses detrás del telón de los grandes principios.

Sucedió así desde que las izquierdas –hasta las más extremas- pudieron participar por primera vez en elecciones libres, en 1978, paradójicamente durante una dictadura militar. Varios grupos sumaron aproximadamente un tercio de los escaños de la Asamblea Constituyente electa ese año y, si se unían en un frente electoral, hubieran tenido buenas posibilidades en las elecciones generales de 1980.

Fue precisamente esa alentadora perspectiva, lo que disparó las ambiciones de los caudillos y sus adeptos, y al final se fragmentaron en cinco candidaturas que obtuvieron porcentajes exiguos. Con el liderazgo del moderado Alfonso Barrantes, se unieron temporalmente y conquistaron el municipio de Lima en 1983 y un expectante segundo lugar en las elecciones generales de 1985, para inmediatamente volver a desintegrarse.

Y así hasta el 2021, en que las extraordinarias circunstancias de la extravagante crisis política que asoló el país desde 2016 y luego la pandemia y sus terribles secuelas, aunadas al golpe caviar que encaramó en el gobierno al nefasto Francisco Sagasti que permitió y avaló el fraude, posibilitaron que el Perú se despeñara en uno de los abismos más peligrosos de su historia.

En suma, lo normal es que las camarillas izquierdistas peleen entre sí, sobre todo si no tienen un liderazgo fuerte que imponga orden. Castillo es un inepto rodeado se una caterva de rapaces incompetentes como él, pero tiene, para usar un término apreciado por Cerrón, el poder formal.

No ha sido capaz ni de imponerse usando la fuerza del cargo que ilegítimamente ocupa, ni de armonizar a las varias pandillas distribuyéndoles equitativamente las prebendas que ambicionan. El resultado es el caos. Los que pueden capturan alguna entidad estatal y la saquean lo más rápido posible, porque saben que en medio del desbarajuste y el desorden, pueden ser desechados y reemplazados por otra caterva.

En conclusión, el forcejeo seguirá, y la varias gavillas en el poder seguirán disputando los despojos del Estado, a la vez que son conscientes que si sus refriegas rebasan ciertos límites, todos pueden perder y terminarán donde deberían estar ahora, tras las rejas. Pero no hay que subestimar su nivel de irracionalidad y su capacidad para el desatino. El problema, por supuesto, es que al frente no tienen una derecha política ni mucho más unida ni mejor dirigida.

Por eso, se requieren soluciones radicales.

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Last modified: 3 de noviembre de 2025
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