SEDAPAL lejos de suplir las necesidades de los peruanos, se ha convertido en un símbolo de ineficiencia, improvisación, descontrol financiero y corrupción estructural, con consecuencias directas para millones de personas.
Pese a recibir una porción significativa del presupuesto nacional de saneamiento —que supera los S/ 6,400 millones anuales—, SEDAPAL mantiene una deuda superior a los S/ 2,685 millones, una cifra que revela un manejo financiero irresponsable y una dependencia permanente del respaldo estatal. El agua sigue escaceando, las redes colapsan y las promesas de modernización quedan en expedientes archivados.
Al ser esta una empresa estatal, igual que PetroPerú y tantas otras, la formula se repite. No hay incentivos de mejorar el servicio o de procurar generar más ingresos a partir de dar más abastecimiento del servicio, como si tendría un privado la necesidad de expandirse. Entonces, se ve en una situación de inyección de dinero publico sin la necesidad de verse mejoras. La clásica figura de las empresas estatales.
Uno de los hechos más escandalosos es que SEDAPAL opera sin un Plan Maestro actualizado desde 1981. Más de cuatro décadas sin una planificación seria en una ciudad que ha duplicado su población, agotado sus fuentes hídricas y expandido informalmente sus asentamientos. Esta omisión no es un error técnico, es una negligencia institucional grave. ¿Cómo puede ser posiblem que por cuarenta años no se haya hecho mejoras reales en las estructuras o en los mecanismos técnicos? ¿Cómo puede ser que sigan existiendo lugares de Lima metropolitana donde no haya posibilidad de que Sedapal de agua?
Pero no solo ello, informes de la Contraloría General de la República han documentado pagos en exceso, valorizaciones infladas, expedientes técnicos defectuosos y obras inconclusas. En varios casos, SEDAPAL pagó por trabajos que no cumplían especificaciones mínimas o que simplemente no se ejecutaron como estaba previsto. Eso igual implica millones de soles desperdiciados.
El caso de las obras en Pachacútec, Ventanilla, es particularmente ilustrativo. Más de S/ 800 millones invertidos en proyectos de agua y alcantarillado que, según denuncias vecinales y observaciones oficiales, no garantizan un servicio continuo ni de calidad. Años después de inauguradas, muchas familias siguen recibiendo agua de forma intermitente o mediante camiones cisterna, mientras los contratos ya fueron pagados y cerrados.
En materia de corrupción, el historial es largo y preocupante. La Contraloría ha señalado que SEDAPAL perdió cerca de S/ 2 millones por una deficiente gestión de convenios con organismos internacionales, sin resultados técnicos claros. Exdirectivos y altos funcionarios de SEDAPAL han sido investigados por irregularidades en licitaciones, especialmente en proyectos de plantas de tratamiento y grandes obras de infraestructura. A esto se suma su mención en investigaciones fiscales más amplias, donde se evidencia que la empresa ha sido objeto de presiones políticas para influir en nombramientos y decisiones internas. La alta rotación de presidentes del directorio y gerentes generales confirma que SEDAPAL no se gestiona con criterios técnicos, sino como una pieza más del reparto político.
Mientras tanto, el ciudadano común paga las consecuencias. Cortes frecuentes, baja presión, facturación cuestionada y servicio desigual. Ya hemos visto estos problemas en PetroPerú y los políticos se lavan las manos y no se hacen cargo de privatizarlo o dejar de sostenerlo con el dinero público. Sedapal si es que no se reforma, llegara a ser el mismo lastre que malgasta el dinero de los peruanos.
