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El prófugo más buscado… ¿en TikTok?

Han pasado dos años. Setecientos treinta días. Y en todo este tiempo, Vladimir Cerrón ha exhibido un escenario alarmante: en el Perú del siglo XXI, se puede estar prófugo de la justicia sin dejar de ser protagonista de la política, se puede ser fugitivo y a la vez influencer. El izquierdista radical que rinde tributo al chavismo, desde entonces, no ha pisado ni un tribunal ni una cárcel, pero sigue construyendo su reinado digital desde las sombras. Opina, arenga, se promociona y hasta desafía al sistema confesando que sigue en nuestro territorio.

Así lo indicó en una reciente entrevista concedida al Diario Correo desde la clandestinidad.

“No he salido del Perú, estoy en el país, en alguna parte”, aseguró el exgobernador de Junín.

Cerrón acumula ya más de S/ 18 millones en reparaciones civiles por dos casos emblemáticos: el de La Oroya y el del Aeródromo Wanka, ambos vinculados a su gestión regional. A ello se suman varias sentencias firmes, órdenes de captura vigentes y un amplio historial judicial que, en cualquier democracia funcional, bastaría para neutralizar políticamente a cualquier dirigente.

Lejos de estar en silencio, Cerrón ha intensificado su presencia política desde la clandestinidad. Utiliza su cuenta de X (antes Twitter) para pronunciarse sobre coyuntura, atacar adversarios y marcar línea ideológica. Incluso realiza transmisiones en TikTok, donde acaba de presentar su libro Del campo a la ciudad, una pieza propagandística que evoca peligrosamente los discursos maoístas de Sendero Luminoso. La metáfora del “campo que conquista la ciudad” no es nueva: fue precisamente uno de los ejes estratégicos de la insurgencia terrorista en los años ochenta y noventa.

Pese a estar prófugo, Cerrón sigue conservando el control orgánico de Perú Libre, el partido con el que llevó al golpista Pedro Castillo al poder en 2021. Ya lo ha dicho sin rodeos: el “pueblo” puede “sacarlo de la clandestinidad y llevarlo a Palacio”. Una frase que condensa su estrategia: no busca someterse a la justicia, sino convertir su condición de prófugo en una épica revolucionaria.

Esta potencial candidatura, por supuesto, tiene sus aires dantescos. Tomemos en cuenta que Cerrón proviene de la izquierda más dura, con formación en Cuba, un discurso antioccidental marcado y un proyecto de largo aliento para transformar el Estado desde adentro. A diferencia de otros líderes, no depende de la coyuntura: su apuesta es ideológica y estructural, y su actual “ausencia” lo convierte en una figura casi mítica dentro de sus bases.

Cuando declara que “APP es el verdadero partido de gobierno”, no hace sino confirmar lo que muchos sospechaban: que el experimento Castillo fue solo el primer acto de una obra más ambiciosa. El autogolpe no fue el fin de nada, sino el ensayo general de algo mayor. El perulibrista está tejiendo el segundo asalto desde las sombras.

Su proyecto ideológico es claro: una mezcla de marxismo ortodoxo, retórica revolucionaria y pragmatismo autoritario. Sus guiños simbólicos, sus declaraciones desafiantes y su control orgánico de Perú Libre no apuntan a una retirada, sino a una ofensiva renovada. Ha convertido la clandestinidad en narrativa política, en combustible, en trinchera.

Lo inquietante es que, pese a las evidencias judiciales, el Estado peruano ha mostrado una alarmante incapacidad para capturarlo. Ningún operativo ha tenido éxito. Ninguna filtración ha dado con su paradero. Y mientras tanto, Cerrón reordena su estrategia, afianza su discurso radical y se proyecta como un candidato antisistema que podría reencantar a los sectores más desencantados de la política tradicional.

Dos años después de su desaparición pública, Vladimir Cerrón no es un fugitivo acorralado. Es, más bien, un dirigente radical que ha aprendido a convertir la clandestinidad en un nuevo punto de contacto y esto es una prueba de fuego para el Estado de derecho. Si un condenado prófugo logra competir desde la sombra, no será únicamente un desafío político, sino la consagración de la impunidad como norma. Y ese sería el retrato de nuestra decadencia institucional.

Last modified: 6 de octubre de 2025
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