Las recientes elecciones chilenas, primeras con voto obligatorio, alteraron las proyecciones. La alta participación produjo resultados que reconfiguran el mapa político: una izquierda radical debilitada llegó primera, la derecha dura desplazó a la derecha tradicional y el populismo tecnocrático será el árbitro de la segunda vuelta.
La candidata más votada fue Jeannette Jara del pacto oficialista “Unidad por Chile”, con el Partido Comunista, Frente Amplio de Gabriel Boric y ortras izquierdas. Aunque se anticipaba el balotaje, su votación cercana al 27% resultó por debajo de lo esperado para una segunda vuelta competitiva. La izquierda de núcleo firme arrastra el desgaste del gobierno de Boric y su decepcionante desempeño. Aun así, una candidata del Partido Comunista liderando la elección confirma una base ideológica consolidada de izquierda, incluso después de dos procesos constituyentes fracasados.
José Antonio Kast, del Partido Republicano y la coalición “Cambio por Chile” queda en segundo lugar. Priorizó seguridad, orden y un discurso más nítido que la derecha tradicional. Representa una derecha conservadora, anti-Boric, que creció al ritmo del deterioro económico y de la percepción de inseguridad. Esta derecha dura reemplaza a la derecha liberal como fuerza principal. Hereda votos de la derecha institucional conectando con un electorado cansado del manejo gubernamental.
La gran sorpresa fue Franco Parisi, del Partido de la Gente (PDG), 19% que confirma un fenómeno antipolítico, liberal en lo económico y digital en su organización. Parisi simboliza el hartazgo de sectores medios endeudados y desconectados de la clase política. En 2021, el 60% de sus votos se trasladaron a Boric; ahora el comportamiento es incierto. Con Boric desgastado y Jara más de izquierda, parte de sus votantes podría migrar hacia Kast o abstenerse.
Otro actor disruptivo fue Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario, 14% que consolida un espacio de derecha ultraliberal. Kaiser complicó a Kast por partida doble: limitó el espacio del discurso de orden y lo obliga a negociar para no perder apoyo en la base más radical del sector. Manifiesta su apoyo a Kast en segunda vuelta, buscando un bloque disciplinado.
La gran derrotada fue Evelyn Matthei, heredera del piñerismo y la derecha moderada. Su quinto lugar confirma que la derecha tradicional no logró convocar a un electorado que buscaba posiciones duras o antiestablishment. Matthei apoya a Kast, pero una fracción moderada podría inclinarse por la abstención.
En el plano legislativo, la fragmentación es total. La Cámara de Diputados quedó distribuida entre Chile Podemos (53), Apruebo (37), Pacto Social (37), Frente Social Cristiano de Kast (15), el Partido de la Gente (6) y otros grupos menores (7). En el Senado, la derecha tradicional, aunque fuerte, no alcanza mayoría. Ningún candidato tendrá un Congreso disciplinado. Jara necesitará unirse al oficialismo con Pacto Social y conseguir votos del PDG; Kast deberá construir una coalición amplia con Chile Podemos, negociar con Parisi, cohesionando a la derecha.
En sentido político, Chile no volvió al mapa del 2010 ni al 2019; entra en una nueva fase. La izquierda mantiene un núcleo duro, la derecha tradicional se diluye y el país se fractura entre institucionalidad, polarización y antipolítica. La segunda vuelta será una competencia en la que Kast parte con ventaja estructural sumando votantes de derecha y liberales antipartidos, mientras Jara depende casi exclusivamente de Parisi para compensar su estrecho primer lugar.
Chile votó por un presidente, pero reveló un sistema político que cambia de eje: ya no es izquierda contra derecha, sino institucionalistas contra antisistema, dilema que definirá la segunda vuelta.
