Una de las más brillantes y famosas frases de Churchill fue aquella en la que definió al socialismo como la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia y el evangelio de la envidia. La recordé luego de leer un interesante ensayo del politólogo estadounidense Ruy Texeira, una de las pocas voces del Partido Demócrata que se resisten a reemplazar la sensatez y cordura por un emotivismo propio de adolescentes y las frivolidades de intelectuales y la farándula.
Su artículo refiere la política en Estados Unidos y el difícil predicamento de los demócratas, alcanzando también a Europa en su conjunto. Puede ser también aplicable al Perú, en la medida que la derecha corrija algunos errores.
La tesis de Texeira es que la izquierda ha fracasado en EE.UU. y en Europa, tan aparatosamente como en 1989-1991; lo que explica el éxito que hasta el momento viene teniendo Trump. Algunos de estos fracasos los vemos también en el Perú, solo que nadie ha sabido aprovecharlos mediante un discurso político coherente y articulado.
Texeira describe errores garrafales, de los que izquierda, tercamente, no quiere apartarse o enmendar, siquiera parcialmente; que comentó a continuación, agregando mi propio aderezo, por si acaso.
El primero es la inmigración masiva e irrestricta. El arribo súbito de millones de personas con una cultura ajena a la del país receptor y sin ningún deseo de asimilarse y asumir como propia la identidad del nuevo hogar, ha ocasionado una reacción visceral en millones de personas. Las preocupaciones al respecto son tratadas como expresiones de un salvajismo retrógrada de personas cuyas opiniones, poco ilustradas, no merecen tomarse en cuenta.
Otro error ha sido la conversión a la iglesia del cambio climático. Para las clases medias y clases trabajadoras, viejos bastiones de la izquierda y la social democracia, los costos que implica esta religión son un lujo frívolo. A estos votantes les preocupa algo fundamental, llegar a fin de mes, no están interesados en inmolarse para una supuesta salvación del mundo. Las iglesias católicas y protestantes quedan pues reemplazadas por otras laicas, que prometen ya no la salvación del alma y la vida eterna, sino que la Tierra continúe existiendo, mediante la intervención decisiva de una casta burocrática.
El tercer error, sería un cajón de sastre que denomina radicalismo cultural. Aquí se engloban varias cosas. Por ejemplo, abandonar la famosa postura de Martin Luther King, el gran líder de la lucha pacífica contra la segregación racial en EE.UU., según la cual las personas deben juzgarse por el contenido de su carácter y no por el color de su piel. La izquierda actual ha abandonado por completo este principio elemental, y los blancos de clase media o media baja han adquirido la condición de opresores. Entonces, que un chico blanco talentoso pero proveniente de una familia pobre y sin recursos pueda acceder a becas y de esa forma educarse en las grandes universidades, parte fundamental del viejo sueño americano, hoy, en el año 2025 es una quimera.
Otro ejemplo es la locura moral detrás de la nueva idea de la igualdad, ya no una centrada en la búsqueda de oportunidades para los menos favorecidos sino en los resultados. Marxismo puro y duro, del viejo. Por último, la otra y más reciente locura moral, esa de la exaltación del transexualismo, algo ya tan aberrante que me excuso de explayarme al respecto.
En el Perú debería ocurrir lo mismo, como en otros países de la región. Para que esa tendencia se concrete aquí es fundamental que la derecha renueve su discurso y se centre en defender los derechos individuales y el deseo de progreso de los peruanos más pobres. La derecha en el Perú pone demasiada atención en temas tecnocráticos (cayendo en una trampa de la izquierda) y en asuntos que se perciben como de interés empresarial. La izquierda, a través de un juego de espejos, dicen defender a los más pobres y vulnerables, pero ello es una vil falacia.
El derecho de los pequeños propietarios, de los pequeños ahorristas, de los padres que desean que sus hijos tengan una educación de calidad; en suma, la libertad individual. Milei es un estupendo ejemplo de lo que sostengo, aunque con una importante precisión: En el Perú sus modales no gustarían; pero si la claridad subyacente. Pero, sobre todo, la derecha no necesita defender al gran empresario, este tiene recursos de más para hacerlo solo, tiene que representar al peruano de a pie y dejar claro que la izquierda esta entregada a la representación de castas indolentes, que nada hacen por el Perú.
También pueden evocar a Churchill, el peruano es emprendedor por naturaleza, aspira al progreso y que sus hijos y nietos hereden mejores circunstancias. No debería ser difícil hacerles ver que la izquierda en sus distintas variantes lo único que hará, por su inutilidad, mediocridad y mezquindad, es sumirlos en la pobreza de la que están esforzadamente librándose.
