Nuestro presidente ha demostrado tener una gran capacidad para complicar la precaria situación por la cual accedió al más alto cargo del sector público peruano.
Recuérdese que el “pueblo” que voto por él en primera vuelta, representaba cuando mucho un 16% de la población. Fue ese conjunto de peruanos que optó por su modelo de gobierno, por las políticas que postulaba el Ideario y Plan de Gobierno de Perú Libre, por los congresistas que postularon con él y por los líderes de ese partido.
Luego, en la segunda vuelta, se sumaron los “antis” y varias otras dignas categorías que la historia, en su momento y con una narrativa objetiva, observará.
Regreso, ese 16% exige, un nuevo modelo, cambios profundos, realidades distintas, castigos e imposiciones que, para beneficio de los peruanos, no está logrando.
El presidente puede culpar a quien él guste, caviares, derecha, golpistas, demonios, fantasmas, apus o chamanes, lo cierto es que no logra, tales cambios no se aprecian, pasaron más de 100 días y las evidencias muestran más de 100 designaciones antitécnicas, en el mejor de los casos, terroristas o delincuenciales, aumento del dólar, caída de la inversión, aumento de los precios en los alimentos entre otros temas que dan cuenta que la gestión es una falencia enorme en este gobierno.
Poco a poco se va perdiendo legitimidad, que la tuvo al inicio, con el apoyo de una izquierda barranquina que supo taparse ojos y narices, a pesar de las fuertes palabras en campañas y en el ideario, para acceder a algo de poder.
Hoy APP aparece como una boya de salvamento o un elemento para mantener a flote la legitimidad.
Pero, lo cierto es que hasta que no ocurran logros tangibles, trabajo, precios, infraestructura u otros elementos en un nivel adecuado la legitimidad se va perdiendo y cualquier detalle, una cenita con Evo Morales, un ministro que maneje ebrio o alguna situación parecida será causal suficiente para detonar la vacancia que hoy le resuena a un presidente sin rumbo, sin plan claro y sin un equipo que sea capaz de responder al enorme reto que implica la conducción del país.
Sucede que la confianza es un bien que en política es altamente volátil, muy cambiante, más aún de aquellos que apostaron por el modelo de Perú Libre, porque no están viendo resultados y porque perciben que no los verán.
En otras orillas, el poder caviar hace maromas y vericuetos para mantenerse en el poder, juega al fenómeno de ventanas rotas, contratan familiares o socios de los ministros con el Estado y no pasa nada, todo muy light sin cargas ni problemas mayores, no hay presión mediática ni acciones que preocupen.
Todo seguirá así, con un congreso que no logra los votos, quizás porque quiere la cena servida para entrar en escena, hasta que la calle determine otra cosa y se dejen de lado las exigencias formales para pasar al ímpetu indetenible.