OpiniónMartes, 8 de marzo de 2022
El aborto no es un derecho, es masacre
Lizandro Bonilla
Comunicador Social

Suele decirse que la mayor masacre de la humanidad fue el holocausto judío realizado a cabo por los nazis en la primera mitad del siglo XX. Me sorprende altamente que el aborto no sea quien tenga tal infame distinción. Según el investigador César Vidal, desde 1920 -año que se legalizó por primera vez en la URSS- y solo en los países donde es legal, se han exterminado salvajemente 1,400 millones de vidas humanas inocentes. Casi la población total de China.

Esta desatención premeditada de la masacre pasa porque hemos permitido la relativización de los términos. Parecerá exagerado, pero las palabras tienen poder, y este proviene de la capacidad humana de entender el mundo a través de las palabras. Todo lo que conocemos tiene un nombre, un significado y un significante asociado a los símbolos abstractos que usamos para registrarlas. En ese sentido, el discurso ha permitido que lo que es a todas luces una masacre, se pueda considerar un “derecho” de autodeterminación. Nada más aberrante, pero fácilmente entendible desde el punto de vista del derecho positivo o el iuspositivismo. Solo así se puede entender que la ley puesta en tinta sobre un papel se imponga al orden natural de las cosas y se desiguale a los hombres ante la ley. El derecho positivo ha permitido y avalado las más grandes masacres de la humanidad.

Considerar que el asesinato de seres humanos por nacer es una opción viable nos hace partícipes de la tiranía ideológica de nuestros tiempos. El posmodernismo de nuestra época ha logrado que todo, incluso la vida humana inocente, sea considerada una materia de discusión, un asunto maleable, dependiente de nuestras voluntades momentáneas y pasajeras. Es pues, sin embargo, labor de los hombres justos dar la batalla correspondiente por la humanidad.

Es especialmente correcto escribir estas líneas en los tiempos que vivimos. En la fecha en la que estamos, donde la conmemoración de una tragedia se ha convertido en una excusa para la exacerbación de la miseria humana, la “humanización” de la masacre, la conceptualización como derecho al homicidio y la exaltación del sicariato. No podemos ser ciegos ante esta realidad que hoy nos inunda. No hay excusa desde la tragedia, la propiedad o la autodeterminación que pueda justificar tanta maldad o, como decía San Agustín, ausencia de bondad. La historia nos pedirá las cuentas y debemos estar preparados.