OpiniónMartes, 31 de mayo de 2022
El problema es moral, por Lizandro Bonilla
Lizandro Bonilla
Comunicador Social

La situación política está cada vez más oscura. Desde la juramentación de Castillo como inquilino de palacio, no hay semana que no salgan denuncias, escándalos y contubernios públicos que hasta han dejado de escandalizarnos. Nos estamos acostumbrando a los destapes periodísticos y al cinismo de los funcionarios. El Congreso tampoco hace nada como para mejorar la situación y solo se encarga de manchar aún más su ya golpeada imagen.

Esto plantea un análisis más importante aún que el de la coyuntura que nos aqueja, nos obliga a analizar cómo es que llegamos a tener representantes de tan bajo nivel intelectual, cultural y, sobre todo, moral. Lastimosamente, son un reflejo de nuestras propias carencias como sociedad. Se suele decir que el peruano es “chamba y recursero”, que tenemos harta creatividad e ingenio para ganarnos los frejoles, y es verdad, pero lo que no se dice es que también tenemos problemas como la famosa “viveza criolla”. La “criollada” nos dice que tenemos que ser los vivos del barrio, que la ley está hecha para sacarle la vuelta y que el que juega limpio es el sonso de la película.

Lamentablemente, esa misma cultura de la “criollada” es lo que vemos en nuestros políticos y funcionarios. Son un reflejo de nosotros mismos cuando recibimos más vuelto en la tienda y nos lo quedamos, cuando pasamos billetes falsos, cuando coimeamos al policía. Ellos son como nosotros, pero con poder. El gran peligro de esto es que la gran mayoría de los que hoy los critican, harían lo mismo que ellos si estuvieran en su lugar. Penosamente, los detestamos aún más porque nos vemos reflejados en ellos.

Es doloroso entender que el problema es moral y que, hasta que la sociedad entienda que la moral es importante, no tendremos salida. Preferimos, por conveniencia o ignorancia, pretender que sea el Estado quien proteja la moral y que, por la fuerza, obligue a todos a vivir con base en esta. Pues ese es el principal error. Si esos mismos políticos son los que nos quieren ignorantes, ¿Por qué los dejaríamos educar a nuestros hijos? ¿Por qué permitiríamos que ellos tomen las decisiones? Sí, es contranatural por donde se vea, pero es lo que muchos quieren. Tenemos la ineludible misión de corregir el rumbo, criar a nuestros hijos en el camino correcto, quitarle poder al Estado y tomar la responsabilidad que como sociedad tenemos. Hoy más que nunca, nos toca hacer los cambios correctos en el sentido correcto o estaremos condenados al fracaso más miserable.