OpiniónMartes, 9 de agosto de 2022
El pollo se puso gallo, por Lizandro Bonilla
Lizandro Bonilla
Comunicador Social

En las últimas horas se ha visto un cambio de personalidad muy latente en Pedro Castillo. Luego de la pantomima que significó la frustrada renuncia de Aníbal Torres al cargo de Presidente del Consejo de Ministros, se suma un beligerante discurso del ocupante del Palacio de Gobierno donde pecha al Congreso vacador a ir a las plazas a pedir por la vacancia para que vean qué les responde el “pueblo”. Más allá de su incapacidad para formular oraciones correctas con sujeto, verbo y predicado —donde se enredó con el idioma y terminó declarando “no les ha gustado que me someta a sobornos, no les ha gustado que me someta a chantaje…”; obviamente, queriendo decir lo contrario— este cambio de actitud resulta llamativo.

Hay que recordar qué cosas han pasado los días previos. Principalmente, han hecho mella las delaciones de Bruno Pacheco. El ex secretario general de Palacio y brazo derecho de Pedro Castillo reconoce haber recibido coimas para gestionar ascensos en las FF. AA. y que, de los 45 mil soles que recibió, 30 mil eran para Pedro Castillo. Incluso dijo que se los entregó directamente. Luego de esto vino la reunión casi clandestina del mandatario con un emisario del gobierno mexicano a la 1:30 a. m., cita que terminó aceptando después que los medios la revelaran y que terminó disfrazando como una oportunidad comercial entre ambos países. Después llegó la “renuncia” del Aníbal Torres y el circo que se armó para que se termine quedando en el puesto —el que se quiere ir, se va de forma irrevocable, lo demás es cuento—.

Ante todas estas noticias que en un país normal debilitaría a cualquier gobierno y lo pondría al borde de la caída, Pedro Castillo no tuvo mejor opción que ponerse “gallito” y salir a pechar al Congreso, ordenarle a la periodista Roxana Cueva que lea su carta y hasta lloriquear porque el Parlamento le negó la salida del país para ir a dar vergüenza a Colombia y darle la mano a su camarada Petro.

Castillo está nervioso, está sintiendo la respiración en la nuca y no le ha quedado más que buscar el enfrentamiento y la beligerancia. Viene sosteniendo reuniones con miembros y afines del Movadef y demás fauna “filoterruca” para que lo proteja y alcahuetee en las calles. Siente los pasos, siente la presión y empieza a temblar, aunque personalmente no veo una salida resolutiva en el corto plazo. El nerviosismo lleva a la duda y la duda mata, como diría Sandra Rodríguez en la transmisión de la liga de vóley. Esperemos que quienes tienen que tomar la decisión estén a la altura de la circunstancia, que el país ya no aguanta más.

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