Este domingo acudiremos, nuevamente, a las urnas. La campaña por el sillón municipal limeño ha sido fría, he percibido que ha sucedido lo mismo en las principales ciudades del país.
Las razones para el sinsabor y desgano masivos están sentadas en Palacio de Gobierno, ocupan cargos en los ministerios y hablan constantemente desde la Plaza Bolívar en Lima. Nos han hartado con escándalos, brutalidades y anomía.
El Poder Ejecutivo con dinámicas, enredadas y descalificadas designaciones y contrataciones orientadas a la corrupción o a un supuesto “manejo político” de la administración pública nos ha cansado. Por otro lado, aquel poder que debió haber sido el contrapeso, el actor que contrarreste la arremetida clientelista iniciada el año pasado se convirtió en un jardín infantil y un entusiasta creador de excusas para no cumplir con sus responsabilidades.
Quejarse sobre qué hubiera pasado si se hubieran tenido más personeros, si los más de 50 mil ciudadanos de los distritos más acomodados de Lima hubieran preferido votar, para mí, es parte de la historia. Este dos de octubre se abre otro capítulo en la política peruana.
Dicho esto, creo que toca ser muy prácticos, buscamos al mejor alcalde para nuestras ciudades, sí, pero tengamos en cuenta que esta también es una elección política, miremos unos números sencillos de población aproximada para medir la importancia del voto.
Lima, ciudad, cuenta con casi diez millones de habitantes, Cusco con 430 mil aproximadamente, Arequipa un poco más de un millón de habitantes y Trujillo, igualmente, excede por algunos miles el millón de habitantes.
Solo a modo de contraste, el país de Uruguay tiene 3.5 millones de habitantes y Puerto Rico, 3.3 millones. Los números de población nos dan indicios de las dimensiones de la problemática y que ésta no se soluciona con un par de buenas ideas de algún alcalde entusiasta.
Estas concentraciones de población, no exigen UN alcalde, exigen planes de gobierno y equipos técnicos especializados que planteen y sean capaces de ejecutar soluciones integrales en materia de transporte, seguridad y desarrollo urbano por señalar tres temas. Lamentablemente, la personalización de la política nacional hace que los medios se concentren en el candidato, no en las ideas, menos en los planes.
Esa es nuestra realidad. Mi línea de decisión da por perdido el tema técnico en las provincias y regiones, no se ha discutido con profundidad. Queda lo político, considero que es fundamental contrarrestar el dinamismo y la incompetencia de nuestros poderes centrales para tener líderes que promuevan ese contrapeso no ejecuta el Congreso de la República y que, a partir de reclamos, exigencias, controles ciudadanos y pedidos de rendición de cuentas y transparencia que si pueden hacer los gobernadores regionales y alcaldes provinciales generen algún cambio, si es inmediato, mejor.
Mi idea de solución no va, entonces, por el mal menor en las regiones y ciudades, va por contrarrestar la mala elección del año pasado, en tratar de enmendar rumbos y buscar el liderazgo perdido en estos meses de pantano.
Me permito hacer un llamado a ser prácticos, para ello quizás debemos olvidarnos o dejar en un costado algunas de nuestras ideas centrales en materia de vida o política y pensar en el país en conjunto.
Finalmente, ¿las elecciones distritales? Quizás ahí si tenemos espacio para observar líneas de trabajo y propuestas más específicas y vecinales.