Es el mes en el que Perú celebra el color, no a las personas. De pronto, todos somos africanos y tendemos a recurrir al revisionismo histórico, aseverando que, como dice Coleman Hudges en su libro "The End of Race Politics", sufrimos de una enfermedad crónica: el victimismo. La llamamos crónica porque es una narrativa en la que la enfermedad racial no se puede curar ni tiene un final. La postmodernidad ha ganado terreno a través del lenguaje, donde necesariamente al negro se le debe generar un "espacio seguro o space safe", aislándolo de la realidad y asignándole un nombre en mayúsculas.
En este mes, el país celebra la Cultura Afroperuana, siendo el 4 de junio la fecha central. Aparentemente, parece ser una declaración legítima e inofensiva lingüísticamente, incluso un término que debiera usarse, pero es necesario desarmar la idea para comprenderla. Según la ONU en sus cuestiones generales:
"Reconocemos que la esclavitud y la trata de esclavos, en particular la trata transatlántica, fueron tragedias atroces en la historia de la humanidad, no sólo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas, y reconocemos asimismo que la esclavitud y la trata de esclavos, especialmente la trata transatlántica de esclavos, constituyen, y siempre deberían haber constituido, un crimen de lesa humanidad y son una de las principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, y que los africanos y afrodescendientes, los asiáticos y las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas de esos actos y continúan siéndolo de sus consecuencias" .
Revisando paso a paso y lentamente, la ONU fundamenta el término en palabras más suavizadas pero intencionadas, que la misma experiencia de los esclavos de siglos anteriores la viven las minorías étnicas actualmente, y la idea de reivindicación es una obligación, ya que al parecer el negro ingresa a una máquina del tiempo constantemente, tiene contacto con los colonizados, intercambia cadenas por un momento y luego vuelve al presente con la misma experiencia. Vemos entonces que todo radica en adoptar un sufrimiento de alguien que no hemos conocido, claro está.
Se considera que este anglicismo es una secuela del movimiento Panafricanista por buscar emancipar al negro de la realidad occidental, una praxis que busca descolonizar todo lo concebido y darle al negro un lugar por encima de todo, considerándolo muchas veces como una especie de ser aislado, para formar, tal como en la teoría de Frantz Fanon, un nuevo paraíso utópico en el que el “afrodescendiente” tenga la hegemonía, el acceso a políticas identitarias y las posibilidades de venganza contra el hombre blanco, invirtiendo los papeles colono-colonizado–sabiendo que en el caso de Perú, hubo virreinato.
¿Es acaso una declaración conspiranoica? ¿No estamos recurriendo a la exageración? Pues no, resulta que en situaciones en que uno se niega a usar el término, llega a ser considerado como un “negro de casa”. La cantante Bartola es un claro ejemplo de censura, en sus palabras:
“No, yo me considero peruana. Mis familiares que vivían en una hacienda y estaban marcados, ellos fueron eso. Yo nací en el Perú, mi mamá es más cholita que el olluco con charqui y mi papá un moreno bellísimo. Aquí el negro peruano se flagela mucho porque se siente segregado, arrinconado y se ponen unos sticker que no estoy de acuerdo. Aquí el valor agregado te lo das tú con tu trabajo y con todo lo que quieras avanzar en la vida”, señaló.
Vemos entonces que ser disidente en este tema siendo negro es motivo de expulsión de un gremio en el que nunca se pidió ser parte. Nunca nos han preguntado qué pensamos del uso lingüístico; simplemente se impuso y debe ser parte inherente de la vida. Efectivamente, el término “afro” es un anglicismo, un medio para identificarse entre los mismos en situación de diáspora. Tenemos algunos problemas con eso; por un lado, la mixidad o mestizaje, en la cual realidades étnicas y culturales confluyen en una realidad. Los mismos defensores del uso también están de acuerdo en que seccionar razas es incorrecto, ya que, hablando cromosómicamente, la superposición evita una lectura definida de un individuo hablando racialmente. Decir que somos afroperuanos es renunciar también a la realidad andina, hispana, y así podemos continuar. ¿Decir que somos peruanos acaso no es suficiente?
Otra cuestión es la realidad demográfica: se suele asignar la procedencia de un individuo según su color de piel; el negro es de África, el amarillo es chino, pero hay una cuestión medular. En palabras de Tania de Mountaigne: África es un continente, y no un país. Los peruanos tenemos documento de identidad peruano, ante los demás países a nivel de registro ciudadano somos peruanos, los apellidos que tenemos son peruanos, no vemos apellidos como Soninké, Bambara, Fulani, Nkom, entre otros.
Como siguiente argumento en favor de esta ideología lingüística está la esclavitud como herencia. En el libro de Paulo Freire titulado "La pedagogía del oprimido" se habla de la opresión como una especie de vocación, como un sustento de vida para el negro, una traducción hegeliana de la dialéctica amo-esclavo al supremacista blanco-negro oprimido, o también de la filosofía cartesiana del “pienso, luego existo” al experimento de “opresión, luego existo”. Se suele decir que el negro está eximido de todo pecado, como si la esclavitud fuera patrimonio únicamente de negros, los únicos afectados sin culpa. Para lástima, ya existía la esclavitud en la África negra. Gallego y García en el libro "La Iglesia y la esclavitud de los negros" esclarecen muy bien:
"La cuestión de la esclavitud: si una gran parte de los esclavos que compraban los europeos en África eran prisioneros de guerra, es que el tráfico negrero había supuesto un gran incentivo para provocarlas y hacer así prisioneros que luego se pudieran vender”.
No suficiente con esta acción, se llegaba inclusive a traspasar los límites de lazos familiares. ¿No se supone que el negro oprimido era inmaculado? ¿No se supone que el negro conoce la maldad durante el colonialismo y que, en palabras de Fanon, es una reacción benigna ante la realidad colona? Pues no, continuando con García y Gallego en la cuarta causa de venta de esclavos:
"En cambio, la cuarta causa, la venta de los hijos por los padres en extrema necesidad, expresamente se sabía que no siempre se daba esta condición, sino que había padres que enajenaron a sus hijos por cualquier falta leve. La bestialidad de los negros, explicaba Fray Tomás de Mercado en 1571, inducía a algunos padres a enajenar a sus hijos por mero enojo y coraje, por algún sinsabor o desacato”.
Como bien explican los autores, a veces los propios negros confesaban que vendían a su mujer o a sus hijos por el capricho de obtener beneficios materiales. Entramos entonces en una serie de contradicciones. ¿Cómo podemos reivindicar algo que ya se practicaba? La asignación va perdiendo entonces legitimidad, no existe, porque simplemente los negros con mayúscula no existen. Digo N mayúscula porque se suele encajar al negro en un mecanismo de comportamientos, yo les digo “los negros salidos de fábrica”. Los cabellos del afro deben ser sagrados, una especie de deidad; el negro debe encajar en el colectivo y debe considerar todo su espectro como un patrimonio intocable. Si alguien no negro lo infringe, debe ser culpado por apropiación cultural; inclusive si un negro piensa diferente al colectivo, queda excluido.
Pero, ¿no se suponía que todos los negros somos iguales? ¿No es el racismo el unificador de las minorías? Pues ya vemos que no, lo es en tanto se comparta la agenda. Ya ni siquiera el racismo es un recurso suficiente para propagar el izquierdismo. Ya lo decía Herbert Marcuse en "El Hombre Unidimensional", que para lograr la revolución es necesario armar eslabones relacionados a la raza y diversidad sexual, con el fin de quebrar el sistema establecido. Hoy en día hablamos ya no tan solo de racismo, sino de interseccionalidad, que refiere a microconflictos a manera de márgenes que abrazan la raza. Se debe ser LGBT+, pero siempre y cuando uno se asuma afrodescendiente, son condiciones que desde la autora Kimberlé Crenshaw hasta las “activistas afroperuanas” se propagan en los movimientos Woke.
Hoy todo es afro: afro-rizos, afro-música, afro-modelo, afro-vestimenta, afro-zapatos, entre otras ridiculeces. Se dice que se estereotipa al negro, sin embargo, ¿no es esta forma de comunicarse un estereotipo? Ya no existe el nombre propio, simplemente una insignia otorgada por la policía negra del pensamiento. Es un paso para la acción afirmativa, un atajo para acceder a políticas identitarias por el solo hecho de ser negro, ya no más merito, sino equidad. No importa que seamos iguales ante la ley, inscritos en artículo 2 de la constitución peruana, los neorracistas lo quieren todo, y quieren colocar todo bajo la óptica de la raza.
El nombre de Nicomedes Santa Cruz tanto como el de George Floyd han sido utilizados para beneficiarse de la política, en realidad no les importan las minorías, sino su bolsillo.