Hace tres meses, Christopher Landau, Vicesecretario de Estado norteamericano, manifestó en la 55 Asamblea General de la OEA, realizada en Antigua y Barbuda, que Washington considera abandonar el organismo hemisférico por “su incapacidad para abordar temas sustantivos como las crisis en Venezuela y Haití”.
Lo dicho por el diplomático estadounidense tiene sustento político y moral considerando que el organismo hemisférico no ha convocado una sola reunión para examinar la dramática situación del pueblo llanero, víctima de una brutal y corrupta dictadura que asesina, encarcela, secuestra y tortura impunemente a miles de personas y ha empujado al exilio a ocho millones de seres humanos.
Más aún, el chavismo perdió abrumadoramente la elección presidencial del 2024, pero Maduro continuará en el poder seis años más, hasta el 2030, sostenido por las Fuerzas Armadas, por
“colectivos chavistas”, grupos armados de mercenarios, y por el temido Servicio de Inteligencia Bolivariano.
Luego de los comicios presidenciales muchas voces demandaron que la OEA realice una reunión extraordinaria para examinar ese grotesco megafraude y escuchar a líderes de oposición, entre otros al ganador de los comicios, embajador Edmundo González, que obtuvo el 70% de votos y que sobrevive autoexiliado en España y a la lideresa social demócrata María Corina Machado, hoy en la clandestinidad para evitar que la arresten.
Nos preguntamos ¿por qué la OEA mantiene un vergonzoso y cómplice silencio ante esa gravísima situación, mientras consume un presupuesto anual de más de 100 millones de dólares y cuenta con oficinas en todos los países de la región y con centenares de funcionarios bien remunerados?
¿Porqué, asimismo, la entidad regional ignora la dramática situación de Haití, uno de los países más pobres del mundo, asolado por catástrofes naturales y por pandillas criminales que controlan 60% del territorio y son causantes de unos 20 mil asesinatos, incluyendo al presidente de la República, Jovenel Moïse, ultimado el 2021 en su domicilio por una banda de sicarios colombianos?
¿Porqué la OEA no ventila los actos de barbarie de la satrapía nicaragüense, conformada por el mefistotelico matrimonio de los copresidentes Daniel Ortega y Celia Murillo, que encarcelan sacerdotes, confiscanmonasterios y medios de prensa, y han empujado al exilio a 700 mil personas?
¿Porqué, asimismo, no dicen una palabra ante el hecho de que Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia suscribieran alianzas militares con potencias extracontinentales como Irán, Rusia y China, al mismo tiempo que apoyan abiertamente a las bandas terroristas de Hezbolla y Hamas?.
Mas aún, la OEA calla ante el anuncio ruso de instalar en Venezuela un fábrica para producir 70 millones de cartuchos anuales para fusiles Kalashnikov y les entrega material bélico para que continúen reprimiendo a la población.
En conclusión, si la OEA no reacciona ante el ukase estadounidense, país que financia cerca del 60% de su presupuesto, entre cuotas ordinarias y aportes extraordinarios, además de facilitar el histórico local ubicado en la Avenida Constitución, muy cerca de la Casa Blanca, la institución puede llegar a su final.
Para ello bastaría que el gobierno del presidente Donald Trump recorte o suspenda sus aportes y, de hacerlo, la OEA quebraría.
La única solución para evitar que cierre sus quejumbrosas puertas sería un cambio de rumbo; es decir, que cumplan con resguardar la democracia, la libertad y los derechos humanos en las naciones que forman parte del sistema regional.
Ya no es tiempo, en suma, de oscuras trapacerías políticas ni de gatuperios diplomáticos. Es preferible, sin duda, enterrar lo que hoy es un cadáver insepulto que mantenerlo embalsamado a un muy alto costo.
Etiquetas: Donald Trump, Inernacional, OEA Last modified: 7 de octubre de 2025
Es una gran verdad alguien como Trump nos recuerda lo cobarde que son los políticos que dicen ser democráticos sin embargo se pusieron a proteger sus intereses y no de la mayoría. Trump nos demuestra un gran gesto democrático que es defender siempre la Libertad.