Libertad sin democracia o democracia sin libertad. El peso real de Peter Thiel.
Peter Thiel, con una fortuna estimada entre 23 mil y 27 mil millones de dólares, es uno de los pocos empresarios que puede sentarse de tú a tú con gobiernos enteros. No es un académico aislado: es fundador de PayPal, primer inversor de Facebook y una figura central en la arquitectura tecnológica del mundo moderno. Por eso, cuando afirma que “la libertad y la democracia ya no son compatibles”, sus palabras no se pueden tomar a la ligera.
La crítica liberal austríaca a la democracia ilimitada
Según Thiel, las democracias contemporáneas han evolucionado hacia sistemas donde se premia el gasto público y se castiga al individuo productivo mediante impuestos y regulaciones crecientes. Desde la tradición liberal austríaca, esta crítica tiene un fundamento sólido: una mayoría sin límites puede volverse opresiva.
Pero Thiel lleva este argumento al extremo cuando concluye que la democracia misma es el problema. Esa idea implica sustituir el poder político por el poder corporativo, lo cual no es una solución liberal, sino simplemente otra forma de concentración de autoridad.
El temor europeo: el poder tecnológico sin control
En el otro extremo del análisis aparece Francesca Bria, asesora sénior de la Comisión Europea en políticas digitales y presidenta del Fondo Nacional de Innovación de Italia. Su preocupación es opuesta a la de Thiel: el riesgo no está en la democracia, sino en la acumulación masiva de poder en manos de las grandes tecnológicas.
Bria utiliza un caso emblemático: en 2025, Palantir firmó un contrato de 10 mil millones de dólares con el Pentágono para integrar inteligencia artificial en operaciones militares. Esto implica que decisiones críticas de seguridad y defensa —históricamente tomadas por seres humanos— pueden pasar ahora a algoritmos controlados por una empresa privada. Cuando la infraestructura estratégica de un Estado depende de un solo proveedor, la democracia pierde capacidad de mando sobre su propia soberanía.
Dos miedos, un mismo problema
Lo interesante es que Thiel y Bria, aunque situados en extremos distintos, describen la misma enfermedad: la concentración extrema del poder. Thiel teme que la democracia destruya la libertad; Bria teme que el mercado tecnológico destruya la democracia. Pero ambos corren el riesgo de proponer soluciones que terminen potenciando justamente aquello que temen.
La ruta liberal moderna
El liberalismo contemporáneo no exige abandonar la democracia ni entregarle todo al regulador. Exige algo más ambicioso: crear límites firmes al poder, sea estatal o corporativo, y construir instituciones que obliguen a rendir cuentas a cualquiera que busque gobernar sin control.
La óptica randiana del dilema
Desde la perspectiva de Ayn Rand, el debate entre Peter Thiel y Francesca Bria pierde el foco fundamental. Ambos observan síntomas distintos, pero ignoran la raíz moral del problema: la subordinación del individuo a cualquier forma de colectivismo. Rand no define el dilema como un conflicto entre democracia y tecnología, sino como un choque entre individualismo y colectivismo.
Para Rand, la libertad no depende del sistema político, sino de si ese sistema reconoce al individuo como un fin en sí mismo. Una democracia que utiliza el voto para justificar el sacrificio del productor no es moralmente distinta de un sistema dominado por corporaciones fusionadas con el poder estatal. En ambos casos, el individuo productivo es tratado como un medio para fines ajenos.
El mensaje central de Rand es claro: la única sociedad compatible con la libertad es aquella donde el gobierno existe exclusivamente para proteger derechos individuales, no para redistribuir riqueza ni dirigir la innovación. El enemigo no es la democracia ni la tecnología, sino cualquier estructura que aspire a gobernar al individuo por la fuerza, sea pública o privada.
La batalla del siglo XXI no es entre Thiel y Bria, sino contra cualquier poder que pretenda gobernar sin límites.
