OpiniónDomingo, 18 de abril de 2021
Ante la recurrente amenaza del abismo: invirtamos en la descentralización
Carlos Hamann
Abogado y Analista Político

Los resultados electorales del Domingo pasado han arrojado, en lo que concierne al Congreso, un resultado bastante previsible: una composición fragmentada en lo partidario y lo ideológico (si esto último acaso sobrevive), rostros nuevos, algunas jóvenes promesas y otros tantos veteranos que aportarían trayectorias destacadas en campos profesionales ajenos al quehacer político, además de no pocos prontuariados (lo que lamentable se repite).

En lo que concierne a la carrera presidencial, se enfrentaran en la segunda vuelta, el próximo 6 de junio, candidatos que dos semanas antes eran ajenos a la especulación del más audaz de los adivinadores que sobre política opinan en este país. Un resultado ciertamente inesperado y, menos aún, deseado; excepción hecha, por cierto, de quienes desde un inicio son adeptos de una u otra candidatura favorecida (a ellos, pensaría, se le ha cumplido el haber pasado a la segunda vuelta acompañados del rival más ganable por su candidato).

Los gobiernos regionales han recibido enormes sumas de dinero, algunos más que otros debido a las transferencias de cánones, pero en lugar de bienestar para sus poblaciones han duplicado burocracias, han generado enormes espacios para la corrupción y han dejado a la población desprotegida.

Estando a las neuronas, tiempo y cobertura mediática (“la mucha tinta”) que se viene invirtiendo (i) en explicar el resultado electoral de la primera vuelta y, en particular, el voto por el Partido Libre, y (ii) en recomendar estrategias electorales para una u otra candidatura, me voy a liberar de entrar en ello y proponer, más bien, un tema que creo que merece la mayor de nuestras atenciones: el fracaso de la descentralización.

Estamos, nuevamente -dicen varios, enfrentados al abismo. Debemos preguntarnos si acaso un voto de protesta, que tan en boca de todos está hoy, no está protestando contra la ineficiencia del gobierno local, contra el alcalde provincial que no ejecuta los presupuestos asignados para la protección ribereña contra las lluvias o contra el gobierno regional que incurre en actos de corrupción en la construcción e implementación de un hospital, por dar un par de ejemplos.

Esta suma de incapacidad de gestión, improvisación y corrupción acumulada a lo largo de años se evidencia un déficit de infraestructura de conectividad, salud, educación y nutrición que ha sido imposible seguir ocultando en la pandemia y que vemos no es exclusiva de las localidades alejadas, sino que está presente incluso en capitales de provincias.

Los gobiernos regionales han recibido enormes sumas de dinero, algunos más que otros debido a las transferencias de cánones, pero en lugar de bienestar para sus poblaciones han duplicado burocracias, han generado enormes espacios para la corrupción y han dejado a la población desprotegida. Luego cabe preguntarse cuántos de estos gobiernos regionales y alcaldías provinciales con abundantes recursos han estado en manos de movimientos o agrupaciones regionales con idearios inspirados en el señor Evo Morales, de izquierda nacionalista. Y es que la corrupción, ese flagelo que nos aqueja, no conoce de banderas políticas.

El verdadero compromiso con los peruanos más vulnerables consiste en hacer una descentralización eficiente, con rostro humano, que sea capaz de identificar urgencias y prioridades, de ejecutar presupuestos, de hacer concursos sin espacios para la corrupción, sobre todo: de hacer transferencia de capacidades técnicas.

No es fácil convertir esta idea en un mensaje político ganador, para eso están los especialistas.