En España se multiplican las denuncias por las mas que sospechosas relaciones entre el poder económico (que ya ejerce de poder político) y los medios de comunicación. Estas relaciones abarcarían desde el reparto monopolístico de la publicidad o las ayudas públicas, hasta la utilización de “creadores de opinión” para establecer una “falsa disidencia”.
En los últimos días, los desatados ataques al presidente del partido VOX por parte de un comunicador propietario de un pequeño medio denominado Libertad Digital, ha sorprendido por la virulencia de las palabras, en lo que por muchos ha sido considerado un giro a posiciones globalistas por parte de un medio que, no hace mucho se jactaba de defender la nación y la familia y oponerse a los grandes grupos que buscan la disolución de las naciones en el mundo occidental.
La causa de estos ataques a Santiago Abascal y, de paso, a una parte de la audiencia de ese medio, no resulta relevante a efectos de este análisis, dado que lo nuclear es desentrañar si nos encontramos ante un caso de “falsa disidencia” que, durante un tiempo trató de mostrarse como alternativo al poder pero que, cuando ha sido necesario, ha sido activado para atacar a quienes son considerados como peligrosos por contravenir el status quo del poder en España.
Visto desde fuera del debate, parecería que el comunicador y fundador Libertad Digital no ha entendido el cambio que se ha producido en los últimos años en Occidente y, este alejamiento de la realidad, ha facilitado que otros grupos de comunicación hayan aparecido con fuerza para competir por una franja de lectores y oyentes cercanos a posiciones contrarias al globalismo. Esta pérdida de influencia podría haber llevado a este comunicador a entregarse a uno de los partidos del régimen (PP), en la esperanza de frenar su caída de influencia y, de paso, beneficiarse de las ayudas que estos partidos otorgar a sus terminales mediáticos.