Tres días antes de la cumbre peruano-boliviana entre los presidentes Pedro Castillo y Arce Catacora, Evo Morales reunió a una multitud de radicales y activistas de los pueblos indígenas en un local sindical de Buenos Aires para lanzar Runasur como plataforma de la “América Plurinacional de los Pueblos para los Pueblos”. Se levanta sobre los escombros de Unasur, sepultada el 2018 por los mismos estados que la crearon el 2011.
Su partida de nacimiento es un manifiesto panfletario contra el imperialismo yanqui al que acusa de “condicionar a los Gobiernos de turno a entregar los recursos y riquezas naturales a las transnacionales”, de “políticas de racismo y fascismo para exterminar a los pueblos”, y de sancionar a democracias tan ejemplares como la venezolana. El texto bautismal de Runasur* es una vulgar filípica contra el progreso, la modernidad y la realidad. Al presentarlo Morales afirmó que “La América Plurinacional no es compatible ni con el capitalismo ni con el imperialismo”, y aventuró una sentencia: “Las políticas de EEUU van fracasando. La guerra contra el comunismo, contra el socialismo, fracasa”.
Como “Runa” es la palabra quechua que identifica al varón indígena, se puede asumir que indica una asociación creada para el hombre. Pero lo singular de Runasur es que nace como un intento pueril de postrar al estado-nación y sus instituciones soberanas, movilizando a las llamadas “nacionalidades” originarias (etnias), y a los movimientos sociales, sindicatos beligerantes, izquierdistas radicales y los grupos que quieran treparse al anárquico tumulto de los pueblos, como gustan decir los populistas que pretenden representarlos.
La copiosa lista de participantes en la reunión en Buenos Aires parece no incluir a ningún peruano, aunque según la detallada crónica que publica “Hildebrandt en sus trece” (“Métete Evo”) hay algunos que han contribuido en los trabajos preparatorios del encuentro del 3 de noviembre, que culminó con el sorpresivo y desconsiderado anuncio de Morales convocando a una reunión ¡en el Cuzco!, el 20 y 21 del próximo diciembre.
Con la llave de plata que ha recibido de Pedro Castillo, el hermano Evo entra al Perú cuando le conviene o cuando nuestro presidente necesita su ayuda para promover una asamblea constituyente “a la boliviana”. Lo que nadie habría imaginado es que tuviera el escandaloso y desautorizado atrevimiento de organizar un evento político como el que ha decidido celebrar en la antigua capital del Tawantinsuyo sin informar siquiera al Gobierno peruano que encabeza el maestro de Chota.
Indigna que nuestra diplomacia no haya condenado severamente la conducta de Evo Morales, rechazando su permanente intromisión en la política nacional. Esa penosa indiferencia de Torre Tagle ha permitido que el expresidente boliviano y sus aliados del castro - chavismo preparen inconsultamente el multitudinario encuentro político que pretenden realizar en nuestro territorio, lo que ofende nuestra dignidad soberana. Por más embarazoso que resulte para el país, los medios deberían averiguar si los preparativos se han perpetrado con la intervención de personajes políticos tan afines al gobierno nacional como el Canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, y otros que se mencionan en la crónica “Metete Evo” que aparece en la edición 565 del semanario “Hildebrandt en sus trece” (páginas 10 y 11).
No debería sorprender, entonces, que un despacho de la Agencia EFE anticipe que la proyectada reunión de RUNASUR en el Cusco contaría con la presencia del presidente Alberto Fernández de Argentina, el exmandatario ecuatoriano Rafael Correa y el exvicepresidente García Linera de Bolivia -además de los personajes que representen a Venezuela-.
El toque folclórico
La “América Plurinacional de los Pueblos para los Pueblos” también es presentada por Evo con la misteriosa denominación de “Abya Yala”, vocablos exóticos de los indígenas panameños Kuna para designar el continente americano, que Morales aprovecha para magnificar la dimensión que busca dar a su iniciativa.
La movida también cuenta con la vertiente femenina que fue inaugurada en la “I Cumbre de mujeres Abya Yala”, en Bolivia, seguida de un segundo encuentro celebrado en Perú con la participación de la primera dama y la ministra de la Mujer (ver fotografías líneas abajo). Fue la contribución peruana a la folclórica revolución cultural que predica el Hermano Evo bajo el manto engañoso de la “plurinacionalidad”.
La estrategia
La pluralidad de nacionalidades en una sola nación es un concepto equívoco de la nueva constitución que las izquierdas están decididas a concretar mediante la asamblea constituyente corporativista por la que Perú Libre y los agitadores del Movimiento Al Socialismo (MAS) boliviano hacen una abierta y permanente campaña en el sur del país.
La estrategia de la plurinacionalidad y la “diplomacia de los pueblos” es radical y fantasiosa. Apunta a superar la institución fundacional del estado-nación nacido con Tratado de Westfalia (1648) que terminó con el caótico orden feudal y la inhumana servidumbre que azotaron la vieja Europa. En ese primer congreso diplomático surgieron y se implantaron los conceptos y las instituciones que cimentan la soberanía nacional y la integridad territorial, vigas maestras del estado-nación que prevalece como elemento nuclear del sistema político internacional.
La interesada ligereza política con que se manipulan las etnias, atribuyéndoles la categoría de naciones (aymara, mapuche o achuar, por ejemplo), es lo que impulsa el ingrediente de la “plurinacionalidad” que, de común acuerdo con Pedro Castillo y Perú Libre, el MAS boliviano quiere instilar en el sueño de una nueva constitución para subyugar al Perú e integrarlo al eje castrochavista.
Es una táctica subterránea para sobrepasar a los estados y gobiernos nacionales mediante la elevación del número y rango de actores políticos con pretensiones autonómicas. Los denominan genéricamente “pueblos”, y les confieren el derecho de autogobernarse por encima de las autoridades del gobierno central y de interactuar a través de lo que llaman la “diplomacia de los pueblos”. Es una estrategia típicamente subversiva para resistir la fuerza de las instituciones del estado-nación, al que pretenden ignorar.
El futuro cercano
Además del castrochavismo, Evo cuenta con dos aliados regionales de mayor peso: el mexicano López Obrador y el peronista Alberto Fernández (ambos lo asilaron después de su escandaloso fraude electoral de 2019) y con potencias extra regionales interesadas en pescar a río revuelto.
Con el apoyo de esta coalición y el activismo de los agitadores que el MAS boliviano coordina desde su privilegiada sede partidaria en Cusco (inaceptable pero cierto), Morales prepara el momento de satisfacer su ambición geopolítica de dominar el sur del Perú. Desde que su obsesión de salir al mar por Chile fue sepultada en la Corte de La Haya, su mirada se concentró en apoyar a los mapuches y los aymaras contra el gobierno de Santiago y, sobre todo, en el propósito de cooptar al gobierno de Castillo y a los peruanos del sur proclives a la izquierda, asociándolos a la mitología plurinacional que quiere potenciar con Runasur a partir del espacio andino.
El paisaje podría complicarse pronto si el triunfador de las elecciones que Chile celebrará en esta semana fuera el candidato derechista Antonio Kast, que según las últimas encuestas vencería a todos sus rivales.
Por la vecindad y los antecedentes históricos de la relación chileno-boliviana y su incidencia en el Perú, nuestra diplomacia está obligada a observar este escenario con la objetiva frialdad de los profesionales de carrera en Lima y aquellos que tenemos apostados en nuestras embajadas en esos países. Por eso es tan lamentable que uno de los tres primeros nombramientos diplomáticos del gobierno de Castillo recayera en las manos inexpertas y políticamente sesgadas de la señora Carina Palacios Quincho, exdirectora de la Agencia Agraria Jauja del gobierno regional de Junín, quien, por evidente indicación del secretario general de Perú Libre, se ha convertido en la embajadora del Perú en La Paz. Para apreciar la grave irresponsabilidad que supone ese nombramiento, basta recordar que uno de los pocos embajadores políticos que la antecedieron en el cargo fue el expresidente José Luis Bustamante y Rivero.
La intriga.
La elección de Pedro Castillo, el candidato de un partido miembro del Foro de Sao Paulo como Perú Libre, generó grandes expectativas en el Socialismo del Siglo XXI y el eje castrochavista. Era previsible entonces que las primeras tensiones que surgieron con Vladimir Cerrón, secretario general del partido de gobierno, inquietaran a sus aliados naturales, y que su preocupación se acrecentara al ver el cúmulo de desaciertos y la caótica ejecutoria del presidente novato de un país capital para extender su proyección política regional.
Según la plausible versión del Semanario de Hildebrandt, la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en México ofreció la oportunidad de calmar ese creciente desasosiego, alimentado por varios de los epígonos de Cerrón, como el expremier Bellido, que advertían una desviación pro-caviar de Castillo. Compartieron sus desvelos con el ecuatoriano Rafael Correa y con Evo Morales y pidieron su amistosa intervención para enderezar al jefe de Estado y resanar su relación con el exgobernador de Junín. No tuvieron éxito.
No es difícil imaginar que el resentimiento del defenestrado Bellido y su condición de quechuahablante y congresista por Cusco lo hayan empujado a buscar un activo papel para que Runasur, la indeseable opereta de Evo Morales se realice en la capital del Tawantinsuyo, patrimonio histórico de todos los peruanos.
No es solo por razones de dignidad nacional que se debe frustrar el aparatoso montaje que el socialismo radical está preparando en nuestro territorio. Es porque no podemos permitir que el Perú sea arrastrado por un ilusorio experimento indigenista que abomina el progreso y pretende regresarnos a la utopía de la Pachamama y a la igualdad de todos en la pobreza.
Lampadia, 17 de noviembre 2021