OpiniónJueves, 31 de marzo de 2022
La seudo élite caviar

Los caviares disfrutan con hacer comparaciones odiosas entre las modas globales a las que son adeptos y la realidad folclórica e informal de esta tierra baldía llamada Perú. Nótese cómo les gusta comparar al progre chileno Boric, acompañado de un gabinete de tecnócratas gay friendly con posgrados en el extranjero, con Castillo y su pandilla de “misóginos”, “cavernarios” y graduados de “universidades de segunda y tercera línea”, como apuntó con desdén el señor Ricardo Uceda en El Comercio.

Sin duda alguna, despreciar a quien no estudió en su misma facultad es sello de identidad de los caviares, además de la voracidad que tienen por el presupuesto público y su debilidad por insultar las tradiciones y la fe de un pueblo al que cholean, por más activistas antirracistas que aseguren ser.

Insisten con los viejos tópicos decimonónicos, quizá por herencia, quizá por imitación, de que lo mejor para “modernizar” este país es copiar las ideas del primer mundo. Sin embargo, esta vez obvian que las potencias industriales alcanzaron el éxito ejecutando ambiciosos proyectos para enriquecer a sus naciones, dedicándose en su lugar a malgastar el tiempo con entelequias sobre el género auto percibido o leyes de protección a las gallinas ponedoras.

Ha sido tal su indiferencia con los verdaderos problemas del Perú, que hoy se escudan tras el ridículo eslogan del “fujicerronismo”, porque tanto la derecha popular como la izquierda revanchista los identifican como enemigos. La seudo élite caviar, endiosada por sus cartones de la Ivy League, ha fracasado estrepitosamente y ya nadie les cree. Ahí tienen su 2% en las elecciones pasadas.

Lamentablemente, la seudo élite caviar no necesita del voto popular para mantenerse en el poder. Son burócratas mercenarios de quien les garantice sus privilegios, furiosos adversarios de quien ose desafiarlos. Y tienen muchos recursos y operadores nacionales y extranjeros para vencer, castigar y reescribir la historia.