Hoy en día, existe una gran incógnita por la elección del presidente del Congreso. Casi a diario, se recuerda que existe un pacto no escrito por el cual corresponde que los representantes del partido Alianza para el Progreso (APP) asuman la presidencia de la mesa directiva. Además, el partido de Acuña viene presionando para que los demás cumplan con dicha promesa.
Si las circunstancias históricas fueran normales, con un Ejecutivo que desarrolla una gestión con los altibajos “regulares” que corresponden a cada gobierno, creo que no habría ningún ciudadano que pudiera oponerse a dicho evento. Probablemente, no habría un mayor interés ni presión porque se cumpla o no el capricho de “Plata como cancha”. Sin embargo, en medio de los avatares de nuestra agenda política y los cada vez más tortuosos caminos en los que andan los familiares del presidente, sus ministros y demás; nos obligan a pensar y replantear la idoneidad del cumplimiento del acuerdo político celebrado entre APP y los demás partidos de oposición.
Y es que, luego de verificar cómo se ha comportado la bancada de APP desde los inicios del gobierno, está más que sobreentendido que Acuña y Castillo, además de ser chotanos, son una especie de aliados no formales que se sustentan sobre una cadena de favores cuya base o finalidad aún no ha quedado clara para el resto de los actores, pero que se hizo evidente con el discurrir de las votaciones más cruciales del Congreso.
Así, aunque parezca mentira hoy en día tenemos a un César Acuña que, sin hacer muchos ademanes de grandeza ni mucho menos intelectuales, está tratando de refrendar la relevancia de su “cuota de poder” a través de una moneda que, por un lado, tiene la cara de los chotanos y, por la otra, la de un partido que no es de radicales.
APP es un partido formado a medida de las características más saltantes de su dueño. No tiene ningún tipo de ideología, más allá de los intereses mercantilistas de Acuña. De alguna manera, convence perfiles interesantes como los de Gladys Echaíz o Roberto Chiabra, porque sabe que con eso jalará una gran cantidad de votos y consecuentemente aumentará el número de representantes, pero, a su vez, no le interesa mantenerlos o respetarlos más allá del tiempo que los necesite para su propio beneficio. Es más que seguro que hace lo mismo con Beatriz Merino en la UCV. No es que crea mucho en lo que ella representa, sólo quiere jalar más alumnos.
En este punto, lo importante para César Acuña es mostrarnos a todos que su pragmatismo comercial tiene mejores resultados frente a todas las ideologías que provienen de la derecha, la izquierda o los caviares. Si bien él no logra el éxito electoral que desea en las urnas, está empecinado en mostrarnos el alcance y peso de su poder sólo para que “lo respeten” a nivel político. Por eso, aunque su universidad, alumnos o el país entero podamos dudar de los títulos que la UCV entregó a Castillo y Paredes, él los manda refrendar y sostener para que Castillo entienda o refuerce el concepto de que de él depende su continuidad en Palacio. Del mismo modo, si APP logra la presidencia del Congreso (que para la mayoría significa quizá el elegir a un posible sucesor de Castillo a mediano plazo), sólo le enrostrará al mismo presidente que él es capaz de regular su continuidad y/o que, si su partido asume transitoriamente el Gobierno, de él dependerá en cierto grado su protección.
Si bien los Chotanos se han juntado para gobernar (A. Torres incluido), con los malos elementos que los representan en las posiciones de poder, parece que también lo han hecho para refrendar el adagio popular que dice “al Chotano ni la mano”, pues según lo que estamos viendo, ninguno de ellos tiene los valores suficientes de lealtad respecto de sus convicciones; como para exigir al resto que respeten acuerdos cuyas bases no han sido sostenidas en el tiempo, pues ni el reconocido profesor de derecho que hoy en día funge de premier es capaz de refrendar los valores de respeto a la Constitución con los que forma a sus alumnos
En APP no es gratuita la salida de Gladis Echaíz, la de Héctor Acuña u otrora la de Virgilio, a quienes van expectorando directa o indirectamente de sus círculos de confianza, conforme dejan de ser útiles para sus intereses personales “del Cesar”. Así, es evidente que ceder o no a la aplicación del pacto político con Acuña, podría ser parte de la estrategia de uno de los más subestimados personajes de nuestra política, quien en esta oportunidad parece tener una buena jugada en la mano, sino hasta quizá la jugada ganadora.
Veamos, si el pacto político no se cumple en la atención a su evidente alineamiento con el gobierno de turno, seguramente se victimizará y radicalizará sus huestes contra cualquier subsiguiente vacancia, dejando a estas inoperantes. Si el pacto se cumple, mantenga o no su alineamiento con Castillo, siempre ganará, o bien con una vacancia de la que su partido saldría a manejar el Ejecutivo, o manteniendo al Congreso “controlado” para exigir mayores favores al tan debilitado gobernante del sombrero.
Así, estamos avisados, sólo esperemos que las últimas revelaciones del ministro del interior -Gonzales el Breve- tengan los resultados que el Perú necesita y con ello no sea necesario soportar una hegemonía de parte de Acuña, porque lo último que necesitamos es más desidia e inoperancia en nuestros gobernantes.