La apertura económica y las reformas impulsadas en el marco del llamado Consenso de Washington en la década de los noventa en América Latina, fueron cuestionadas por los gobiernos latinoamericanos que se adscribieron al llamado "socialismo del siglo XXI" y que bajo el liderazgo de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa promovieron Asambleas Constituyentes y la promulgación de Cartas Políticas orientadas a establecer gobiernos liderados por partidos hegemónicos y con vocación autoritaria. Más allá de los matices políticos o ideológicos, lo cierto es que en estos países se impulsaron procesos constituyentes, bajo la promesa de hacer posible la redención social de las grandes mayorías.
En el Perú, el presidente Pedro Castillo tuvo como lema de campaña "no más pobres en un país rico", generando falsas expectativas en un electorado crédulo. En el plano institucional, insistió en la necesidad de convocar a una Asamblea Constituyente; hoy a pesar de la aparente agonía política de su gobierno, no debemos descartar que haya declinado en su objetivo político de ir a un proceso constituyente. Pedro Castillo está aparentemente alejado de Perú Libre y de Vladimir Cerrón; sin embargo su gobierno ha sido capaz de tejer una red de contactos internacionales con gobiernos como el de Bolivia, Venezuela y Cuba en especial. En mi concepto, existen suficientes indicios que permiten aseverar que los servicios de inteligencia cubanos siguen cooperando con el gobierno peruano y que para los intereses del eje la Habana- Caracas es importante preservar en el poder al ex dirigente magisterial.
Si observamos América Latina, en los útimos meses luego de la victoria de Gabriel Boric en Chile, de Gustavo Petro en Colombia y con la posibilidad de un triunfo del Partido de los Trabajadores en Brasil, se viene hablando con cierto entusiasmo y preocupación a la vez, que se encontraría en curso una segunda ola de gobiernos progresistas o de izquierda en América Latina. Por ello, debemos tener presente que la economía internacional está signada actualmente por las presiones inflacionarias, por el alza de las tasas de interés, por una caída del PBI mundial en un contexto influenciado por la invasión de Rusia a Ucrania; escenario muy diferente a la etapa expansiva de los años noventa y los primeros años del siglo XXI.
El gobierno de Hugo Chávez logró beneficiarse de los precios internacionales del petróleo (más de 150 dólares el barril) y en momentos que aún PDVSA producía más de tres millones de barriles por día. El gobierno chavista irresponsablemente impulsó políticas expansivas de gasto público, con subsidios virtualmente ilimitados que tuvieron efectos adversos en la economía de un país, otrora destino de inversiones y tasas altas de crecimiento. Hoy más de seis millones de venezolanos han abandonado su país de origen, causando una grave crisis humanitaria regional, nunca antes vista. Venezuela bajo la tutela de Cuba es el mejor ejemplo de cómo políticas económicas erradas, con un discurso demagógico terminan arruinando la suerte de una economía y privando de oportunidades al pueblo, especialmente a los sectores de menores ingresos. No es posible reducir la pobreza, con medidas expropiatorias o confiscatorias, vulnerando la propiedad privada, frenando la inversión y aislando internacionalmente a un país, más aún en un contexto de globalización marcada por la integración de mercados.
Sin libertades, sin apertura económica, sin elecciones libres, será imposible reconstruir la economía venezolana en los próximos años; asi como Cuba no saldrá de la postración económica, si no logra deponer la tiranía de Díaz Canel y convocar a elecciones libres.
La nefasta influencia cubana promovió en el pasado la organización de guerrillas con miras a la toma del poder; mientras que en las últimas décadas, con un discurso político que depuso aparentemente la lucha de clases y desistió del lenguaje ortodoxo del marxismo, apoyándose en liderazgos mesiánicos como el de Hugo Chávez o levantando las banderas de la plurinacionalidad con Evo Morales; se establecieron gobiernos que han conculcado las libertades políticas.
Por otro lado, Chile tiene en el corto plazo que aprobar o rechazar el texto constitucional elaborado por la Convención Constitucional; lo que viene generando incertidumbre, retracción de la inversión, una devaluación del peso y una inflación por encima del 10 % en un país afectado por los estragos de la crisis sanitaria. La economía chilena abierta, con decenas de Tratado de Libre Comercio, insertada a los mercados del Asia y del mundo desarrollado, hoy enfrenta una encrucijada política, que parecería que no terminará el próximo 4 de setiembre, toda vez que el presidente Boric ha señalado que de ganar el Rechazo, se iniciaría un nuevo proceso constituyente, con el claro objetivo de aprobar una nueva Constitución. Chile no puede caer en la polarización política de los años del gobierno de la Unidad Popular que presidió Salvador Allende y la nueva generación que lidera el presidente Gabriel Boric no puede engañarse, ni engañar a su pueblo.
América Latina necesita aprender de sus errores, por ello es indispensable mantener la estabilidad macroeconómica, sentar las bases del crecimiento, reducir la pobreza y financiar el mayor gasto social sin caer en emisiones inorgánicas o inflación. América Latina debe integrarse en base a principios democráticos, dejando atrás las tiranías opresoras, como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Es imperativo defender la libertad, la institucionalidad democrática e impulsar gobiernos con visión de futuro, que en especial no defrauden a las nuevas generaciones con falsas promesas.