OpiniónJueves, 4 de agosto de 2022
Caviarpolitik, por Eduardo Vega Marisca

Hace algunas semanas, en mi columna titulada “Ahora nadie es de izquierda”, hice una rápida mención a la “Caviarpolitik”. Para ser más precisos es una especie de sector privilegiado de nuestra esfera política que cree está por encima del bien y del mal, y que asegura tener propuestas revestidas de un nivel de autoridad y corrección superlativo, a tal punto que consideran que todo lo que dicen sus representantes es parte de una verdad incuestionable.

Como podrán apreciar en los últimos días, luego de observarse que los testimonios del Sr. Villaverde son confirmados y ampliados por el exsecretario de Palacio Bruno Pacheco, han empezado a aparecer en redes y medios un notable incremento de las críticas al gobierno por parte de quienes en su momento fueron sus “avales” para efectos de la elección, y que ahora fungen de supuestos críticos asolapados de los nuevos y sorprendentes niveles de corrupción que habría en el Ejecutivo.

En efecto, hoy en día podemos apreciar que existe un sector de la prensa que de manera alineada con un enorme sector de “opinólogos caviares” —tanto de izquierda como derecha— unen sus esfuerzos para proponer alguna fórmula que determine la salida “legal” de Pedro Castillo, siempre que la misma se produzca en un escenario que les permita recuperar o mantener el orden institucional con el que normalmente suelen orientar la opinión pública para beneficio exclusivo de sus intereses personales y/o de sus allegados.

Ellos manejan, promueven, lo políticamente correcto en base a su conveniencia, y si en algún momento son puestos en evidencia —como ocurrió con “La Propuesta Ciudadana”— proceden de inmediato con el entierro de aquella iniciativa —que terminó siendo ominosa— para pasar a una segunda fase en donde el Congreso debe ser el único responsable de que subsista la desgracia generada exclusivamente por su narrativa.

No olvidemos que aún mantienen monopolizado el privilegio de escribir nuestra historia y dictar nuestros héroes, al tiempo que menosprecian las gestas de quienes luchan a diario contra el terrorismo y narcotráfico y que por estar en el VRAEM nunca tendrán un merecido epitafio en el LUM. De otra manera, no harían tanta publicidad a los libros de sus allegados pretendiendo vender un primer chispazo de inspiración como la gran crítica a Popper o Bunge; en lo que probablemente no pasará de ser un personaje adicional de alguna publicación más bizarra que el propio caricaturista.

Como ahora “nadie es de izquierda”, el hecho de que la acusación constitucional de Dina Boluarte se mantenga en manos de un parlamentario de JP; gracias a los votos de los congresistas de Somos Perú, es un evento que motiva burlas pero no disgustos. Lo mismo pasa con mellar la reputación de la actual fiscal de la Nación, actuación que es soslayada para relativizar las actuaciones de ésta frente al presidente y así probablemente dilatar el tiempo de una acusación contra éste. Esto sería parte de su estrategia para lograr notificar la cautelar de la vicepresidenta en Costa Rica y así la aseguran en el cargo —al final para ellos la sucesión constitucional con la vicepresidente es una de sus cartas— y posteriormente cobrarle el favor.

Las críticas sin mea culpa están a la orden del día, su reconocimiento como caviares (de derecha y/o de izquierda) aún es muy discreto, pero al menos Sagasti y Rosa María Palacios ya han salido a la luz. Pronto saldrán algunos más o quizá poco a poco se harán del todo evidentes. Sin embargo, lo importante no es tanto saber quiénes son (Aunque presionaron tanto a Keiko para que pida perdón por los hechos de su padre, que no deberían quedar en la sombra), sino lo que pretenden hacer con nosotros a través del direccionamiento de la narrativa en la difusión de la información y las distorsiones, menosprecios y ridiculizaciones que realizan respecto de aquello que entienden en contra de sus intereses y agendas personales.

No es gratuito por ejemplo, que hoy en día sea mal visto; o hasta como crimen, que una empresa realice aportes a instituciones o partidos políticos; sólo porque los avatares de la Caviarpolitik han generado el ambiente propicio para que toda nuestra sociedad lo entienda así; y entonces la protección de los intereses de los gremios empresariales (y que generan la mayor parte de los puestos de trabajo) quedan al margen de la protección por falta de los auspicios correspondientes, a la par que el financiamiento y apoyo sindicalista ha puesto un presidente.

No voy a decir que estamos advertidos, porque son lo suficientemente astutos como para manejar y regular las tendencias y censuras de lo que consideran adverso a sus intereses, no dejan de cubrirse y ayudarse entre ellos para mantener sus cuotas de poder; y es por ello que no debemos parar de hacerles frente, aun cuando para desviar la atención siempre salgan a decir que eso no ayuda a resolver el problema y que la unión de los peruanos (para defender sus intereses y tapar sus errores) es lo que debe primar.

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