OpiniónDomingo, 28 de agosto de 2022
Ahora van por el Ejército, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi
Congresista de la República.

Los cambios ministeriales del martes pasado no tienen ninguna trascendencia, salvo en un caso que si es importantísimo, el del general EP (r) Richard Tineo Quispe en Defensa.

La sorpresiva destitución de los ministros del Ambiente y de la Mujer son los habituales en este desastroso desgobierno. Nadie da ninguna explicación de porqué salen unos ni porqué entran otros. Los abruptamente despedidos no hicieron nada importante en su corta permanencia en el gabinete y fueron siempre aduladores y sobones con Pedro Castillo, como todos sus cofrades del gabinete ministerial.

En el caso de Modesto Montoya, según algunas versiones, se enteró por las redes sociales que lo habían expectorado, como ha ocurrido con varios otros en este período. Diana Miloslavich fue precavida, como ha señalado Aldo Mariátegui, y aprobó una norma que hace obligatorio el “enfoque de género” en todo el Estado, para que las ONG caviares obtengan contratos para seguir succionando recursos públicos.

En cualquier caso, continúa el proceso de destrucción institucional, con 68 ministros en poco más de un año y cientos de viceministros, directores, etc. En un gobierno que no tiene ningún plan ni programa –salvo saquear los recursos públicos-, esos cambios y la inestabilidad que producen, impiden que exista un mínimo de continuidad en las políticas públicas.

El cambio que sí es transcendental es el del MINDEF. El nuevo ministro, un oscuro general de brigada en retiro, es relativamente joven y tiene la ventaja de conocer de cerca a los actuales mandos del Ejército y a los que podrían reemplazarlos.

Es decir, sabe –o puede averiguarlo con relativa facilidad- quienes son débiles y/o corruptibles, y quienes honestos e institucionalistas. Esa información de primera mano es crucial en este momento, porque Pedro Castillo y sus secuaces no conocen a los militares, ni sus códigos y reglas no escritas.

Esa comprensión y trato cercano fue la que le permitió a Hugo Chávez y Daniel Ortega corromper y controlar políticamente a las FFAA de Venezuela y Nicaragua. En el caso de Chávez por ser un militar de carrera. Ortega fue uno de los comandantes del ejército sandinista que reemplazó al ejército derrotado. Su hermano Humberto Ortega fue jefe del ejército y ministro de defensa desde 1979 hasta 1995.

Ahora Castillo y sus secuaces estarán en condiciones de dar el zarpazo al Ejército, que es lo que necesitan para poder sostenerse y eventualmente perpetuarse en el poder. En cualquier momento harán los cambios que requieren y probablemente tomarán por sorpresa a los afectados y al país entero. Pero ya estará hecho y no habrá vuelta atrás.

Los que pudieron hacer algo y no lo hicieron se lamentarán y quizá algunos protesten públicamente. De nada servirá. Unos pocos, que conocen de estos temas, entenderán que todo ya está perdido. Y la mayoría no se dará cuenta de lo que ha ocurrido, pensará que es un escándalo más. El Perú se hundirá más rápidamente en el abismo.

Salvo que los que pueden reaccionar todavía, lo hagan. El tiempo corre a favor de Castillo y su gavilla de delincuentes comunistas.

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