Para el régimen chotano, liderado por el investigado Pedro Castillo, el término “pueblo” representa la matriz de sus discursos. La mención, sin embargo, sería un ejercicio de falsa exclusividad. Esto no solo se evidencia con los números de su gestión que rozan el estancamiento y con su meteórica caída en las encuestas. También las mismas calles son un testimonio. Hacer un simple paneo es acceder a ese inventario de abucheos contra un jefe de Estado que grita en sus tribunas y baja el volumen ante la justicia.
Vamos en reversa. Este último miércoles 2 de noviembre el presidente fue a Jesús María para participar en el aniversario 64 del hospital Edgardo Rebagliati. Lejos de generar sintonía, su presencia fue un detonante para pacientes, trabajadores, visitantes, transeúntes y más. Un grueso de personas lo recibió al coro de “corrupto”, “fuera Castillo, fuera”, “no lo queremos, solo ha venido a mentir”, etcétera. Después del descargo gestual, como quien trata de disimular el enojo, el mandatario tomó la palabra y ratificó su desconexión con la realidad: “Los que gritan afuera, ¿saben por qué? porque hoy no tienen espacio para robar a este pueblo”.
El jefe de Estado olvidó precisar que “pueblo” en su código lingüístico responde a un sector que lo elogia, lo recibe con flores, y con sombrero.
Más atrás, el lunes 17 de octubre, experimentó un panorama similar en Cusco. Apenas pisó el perímetro del restaurante la Cusqueñita, los comensales lo enrostraron. "Fuera Castillo", "fuera corrupto", "qué rico comes con la plata del pueblo" y otras frases más. Como dijo después el excongresista Richard Arce sobre esta secuencia: "(el mandatario) con vergüenza, tuvo que retirarse".
Y no es para menos. Actualmente está a punto de enfrentar un tercer proceso de vacancia presidencial y además tiene siete carpetas fiscales en su contra. Una de estas es la denuncia constitucional de la misma fiscal de la Nación, Liz Patricia Benavides. Hay también investigados y prófugos de su entorno político y familiar. Y su tan proclamada colaboración con los fiscales y el Congreso es aferrarse a su derecho al silencio, la máxima recomendación del ajetreado abogado europeofílico Benji Espinoza.
El domingo 21 de agosto el mandatario también fue recibido con abucheos. Esa vez fue en Arequipa. En el hospital Yanahuara, como ahora en el Rebagliati, le gritaron de todo. "Ladrón", "mentiroso", "Fuera, corrupto", etcétera. En esa ocasión, amagó con un "¿alguna pregunta que le interese al país?", la pregunta por el recibimiento.
El tiempo ha pasado, 15 meses, y pese a que continúa con su narrativa de que el pueblo está de su lado, las calles y las encuestas dicen lo contrario. El último sondeo de Datum expuso que un 69% desaprueba su gestión y que un 60% lo quiere fuera de Palacio (43% por vacancia y 17% por suspensión). En Ipsos también tuvo otro revés: un 65% considera que está envuelto en actos de corrupción. Esto último coincide con el Barómetro de las Américas, del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP). En su último informe dieron cuenta de que Perú (88%) es el país con la más alta percepción de corrupción en toda América Latina. Supera incluso a Brasil (79%) y Colombia (78%).
Esto es solo un recuento mínimo sobre la situación del jefe de Estado. No hemos citado otras expresiones en contra como la del cardenal Pedro Barreto o la de la cantante Dina Páucar que desde Áncash musicalizó su rechazo al gobierno chotano. Cuando las razones son nítidas la contradicción linda con la complicidad; como la Universidad César Vallejo cuando dijo que la tesis de Castillo tiene “un aporte de originalidad” para después confirmar que fue un “plagio”.
Hay momentos donde las salidas son una urgencia. Señor presidente, el “pueblo” se cansó y se lo dice en la cara. Y lo volverá a hacer este sábado 5 de noviembre en la marcha masiva contra su gobierno que iniciará a las 2.00 p. m. en el Paseo de los Héroes Navales, en el Centro de Lima. Están todos invitados a esta protesta por el Perú.