OpiniónMiércoles, 30 de noviembre de 2022
Política sobre la ley, por Franco Consoli
Franco Consoli
Analista político

Cuando uno arranca a estudiar una carrera como derecho, en el primer año, se enamora de la Constitución y de la ley. Entiende que estas salvaguardan al Estado, buscando que así prime la justicia y la verdad. Es fabuloso y de cierta manera, muy simple. Sin embargo, cuando uno se mantiene en la carrera y ve las distintas ramas, y comienza a entender más el sistema, las lagunas y comienza a entender que la situación no es tan simple como parecía. Pero cuando vive en un país como el Perú, que atraviesa una situación política tan particular, uno también entiende que hay algo que puede pasar por encima de la ley: la política.

Estamos afrontando un periodo más que critico en el país, la fragilidad de nuestro sistema ha sido desvelada y con ella se evidencia que la separación de poderes y su institucionalidad es más que endeble. A raíz de lo acontecido en los últimos años, el peruano promedio ha podido entender lo que es una cuestión de confianza y de la misma forma ha visto lo que significa que esta sea denegada dos veces, conllevando a la disolución del Congreso.

Con Vizcarra se dejó un precedente dañoso para esta figura, con su “denegación fáctica” y su no aclaración -concretamente- por parte de los magistrados. Eso lo vemos hoy, cuando nuestro paupérrimo presidente afirma que el Congreso ha ya denegado una moción de confianza al ejecutivo, por lo que hoy, solo queda una denegación más para que Castillo lo cierre, y nos gobiernen por decretos mientras planean realizar una asamblea constituyente o convocan a elecciones para el Legislativo que de seguro tendrán un final igual o más fraudulento que las elecciones del año pasado.

Sí, podrán decir que ha sido una medida o una interpretación inconstitucional y todos los abogados de Lima podrán hacer cola para presentar sus argumentos de por qué esto no debe ser posible. Pero se olvidan de algo, de lo cual fuimos advertidos no mucho tiempo atrás: ni a Perú Libre, ni a Castillo les importan las “pelotudeces democráticas”. Lo dijeron, la oposición lo advirtió y aun así fue electo. Guerra avisada no debería matar gente, pero la mata igual.

La realidad es una, y es que la Constitución, la ley, la democracia y la justicia, han pasado a un segundo plano; y a menos que logren vacar o inhabilitar a Castillo en un futuro no muy próximo, así seguirá siendo.De no ser así, el “prosor” buscará y hará toda mala interpretación posible, para decir que hubo una segunda denegación, fáctica o no, y cerrará el congreso.

¿Y luego qué? Perdimos. Porque si hay algo que devela nuestra historia es que los militares del lado del Congreso nunca están. Además, dificulto que Castillo o quien esté detrás de todo, se atreva a cerrar el Congreso sin tener antes el respaldo de las fuerzas armadas. Esas que deberían proteger la Constitución, pero que, si vemos nuestro pasado, no es que lo hayan hecho muy bien.

El juego termina ahí. No importa lo que diga la Constitución, ni lo que diga el TC, ni todas las demandas y medidas cautelares que pueda presentar Williams a los magistrados del Tribunal Constitucional. Solo importa la política, que ya ha demostrado que en nuestro país puede pesar más que la ley, y solo importa lograr convencer a los militares. El bando que lo logre gana. Estamos advertidos. Esperemos que los congresistas lo sepan también, y que al menos, por miedo a perder su trabajo, puedan sacar de una vez a Castillo de Palacio.

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