No es ajeno a los peruanos lo que estamos viviendo estos días. Hay un eco del pasado que nos remonta a décadas atrás. Unas décadas oscuras que pensamos haberlas dejado atrás, pero que, lamentablemente, estaban destinadas a volverse a materializar. El pueblo que ignora su pasado está condenado a repetirlo repetir, dijo alguien más sabio que yo. Y en lo cierto estaba.
Muy aparte de las olas de delincuencia y saqueos que se están dando en varias partes del país, la narrativa de la izquierda se mantiene igual desde siempre: la victimización. Es la única defensa y ataque que tienen. Pero ahora han evolucionado a la glorificación de la delincuencia so pretexto de la justicia social.
Si un delincuente reincide con sus crímenes, ¿qué puede hacer la fuerza del oren para detenerlo? Agravar la fuerza de respuesta. De lo contrario, se muestra una tolerancia hacia los actos criminales y comenzamos a vivir en anarquía. La policía no ha ido a perseguir a un par de inocentes monaguillos que estaban tranquilos en su casa tomando limonada. La noble PNP ha respondido ante los saqueos, destrucción de la propiedad privada y pública, amenazas a los ciudadanos y toma de aeropuertos. 30 años después, vuelven a defendernos de actos terroristas, porque eso es lo que son.
“Forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror e inseguridad susceptible de intimidar a los adversarios o a la población en general”. Esa es la definición. ¿Sigue estando mal el terruqueo? ¿En qué parte estamos exagerando?
Hay vidas peruanas que se están perdiendo. Eso siempre es lamentable. Pero los responsables siguen siendo los líderes políticos que las instigan. ¡Qué fácil es para esos zurdos azuzar a la población desde twitter para iPhone! Y esas muertes están siendo politizadas para lograr su cometido: la maldita Asamblea Constituyente. La receta comprobada para el fracaso.
El Perú no puede bajar la guardia. La región entera está buscando en nosotros un haz de luz para iluminar el camino de salida de este secuestro político castrochavista que se viene gestando en todo Latinoamérica desde 2 décadas. La historia la cuentan los victoriosos. No podemos permitir que la izquierda vuelva a apoderarse la narrativa, para convertir en mártires a los criminales y en villanos a las fuerzas del orden. La última vez que permitimos que la izquierda contara la historia, se inventaron un demonio japonés en medio de un “conflicto armado interno”. ¡Terrorismo Nunca Más!