En el último momento, en idioma inglés, bajo riesgo de muerte inminente. Así, en esta situación, habría empezado, finalmente, la reacción de las fuerzas vivas del Perú democrático.
Hace pocos días reflexionaba sobre los graves dilemas que la coyuntura planteaba. Pero los hechos, ay los hechos, han definido el derrotero.
Las fuerzas malignas del odio y del totalitarismo han forzado las cosas y en esta situación nos encontramos. En el instante final, último recodo, bajo riesgo de muerte inmediata.
El 7 de diciembre, fecha nuevamente infame en la historia, el ex presidente y aspirante a dictador Castillo Terrones intentó cerrar el Congreso, reorganizar los órganos de justicia y arrestar a la Fiscal de la Nación. Dio un discurso e impartió ordenes al respecto. Cuando sus directivas írritas fueron ignoradas optó por huir, siendo detenido por la policía en el trayecto y arrestado en flagrancia.
Pero su discurso solamente fue el pitazo de anuncio de la carrera para sojuzgar la democracia y el estado republicano de derecho. Se trata de un golpe en marcha que se lanzó de manera prematura cuando las fuerzas atacantes aún no habían tomado posición de ataque.Por eso fue posible la detención de Castillo y el resto de los órganos del estado continuaron funcionando.
Ello sin embargo no detuvo el complot, sólo complicó – significativamente – su ejecución. Poco después, las personas infiltradas por Castillo Terrones en el Estado para demolerlo por dentro se lanzaron a su cometido. En coordinación con las mafias de la minería ilegal, trata de personas y del narcotráfico, integrada esta última con el terrorismo, se lanzaron a destruir infraestructura, tomar rehenes, bloquear carreteras por todo el territorio nacional.
No se trata de un estallido social por descontento acumulado, se trata de un intento deliberado y grave de destruir, en forma rápida y violenta al Estado. Los agitadores que han invadido las calles de nuestras ciudades no ocultan su deseo de una guerra civil, de quemar edificios y fusilar, ahorcar o ejecutar con distintos métodos a los demócratas. Tienen el utilísimo concurso de tontos útiles y de cobardes, quienes piensan que saldrán bien librados de esta si son los suficientemente implacables e imparciales con la policía y no se ensucian las manos. Eso último es lo que más les preocupa.
Pero es en estas circunstancias en las que finalmente se hace viable e inevitable la defensa resuelta y valiente del Perú. Sólo en estas circunstancias extremas, de riesgo inminente de muerte de la patria, es posible adoptar las medidas para asegurar su supervivencia.
Pero el peligro más grave no es de los enemigos declarados del Perú, de los Bermejos y Cerrones. Proviene el peligro más grave de esos taimados, que no quieren defender al Perú, ensuciándose la manos si es necesario. Son los peores, merecedores del hielo y viento helado del infierno de los traidores!